Cuestión de palabras

Veterana entrevistadora, autora de seis novelas, Rosa Montero se porta como entrevistada con la naturalidad de un recién llegado. A sus 40 años, se sabe todos los trucos que emplean los entrevistadores para seducir a los protagonistas de sus relatos, pero tiene la cortesía de ir cayendo en ellos sin la más ligera ironía. Dice incluso lo que no quiere decir, que es lo primero que aprende a evitar un personaje público. La novelista ya no es la periodista. Eso es precisamente lo que está sucediendo en la vida real.

Hace ya un tiempo que Rosa Montero ha emprendido una lenta retirada del reporterismo, al que por lo demás piensa dedicarse toda su vida, si bien a un ritmo distinto. "Pocas profesiones permiten crearse un horizonte vital tan amplio, ni que obliguen tanto a meterse en la cabeza de tanta gente distinta", dice y eso es aplicable "al reportero más humilde en el medio más cutre". También le interesa la experiencia- ocasional de la enseñanza, que ya ha practicado.

Escritora de fuego, en la distinción de Calvino, de escritores de fuego y escritores de cristal, Montero emplea más o menos dos años para cada novela, uno llenando cuadernos de apuntes, y el otro dedicando sencillamente "todo el tiempo" al nuevo libro, incluido el tiempo que le debe a la gente de su entorno. Eso no siempre es comprendido.

Los escritores de fuego no llevan planos, ni fichas, ni sistema alguno que no sea una hoguera en la cabeza, lo que no deja de ser notable si el resultado es una intriga de relojero, perfectamente ajustada como en esta novela.