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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Lo aparente y lo real

YA ENTRÓ en funcionamiento la vigilancia del espacio aéreo bosnio por aviones norteamericanos, franceses y holandeses para imponer por la fuerza la prohibición de vuelos dictada por la ONU en octubre del año 1992. Por primera vez, la OTAN, encargada de coordinar esta operación, actúa fuera de su territorio. Con esta medida, las Naciones Unidas dan la sensación de estar dispuestas a adoptar una actitud más enérgica para imponer sus decisiones en Bosnia. Desgraciadamente, abundan los hechos, en el conflicto yugoslavo, que desmienten esa sensación y destacan la clamorosa debilidad de la actitud adoptada por la ONU en una cuestión que angustia al mundo.Por un lado, no conviene exagerar el significado de las patrullas aéreas de la OTAN. Tienen un valor político, pero su eficacia militar es escasísima. Desde hace bastante tiempo, los serbios no utilizan la aviación en sus operaciones en Bosnia y, por tanto, no habrá modificaciones importantes en este orden. En cambio, los serbios de Bosnia refuerzan en estos momentos sus ataques por tierra para conquistar Srebrenica y otras poblaciones musulmanas en Bosnia oriental. Estamos ante la última etapa de una brutal limpieza étnica que tiende a liquidar -por la guerra, las matanzas, las deportaciones masivas- a la población musulmana que vive desde hace unos 500 años en la zona. Con esta operación, las otras partes de Bosnia ya conquistadas por los serbios enlazarán con el territorio de Serbia: será un paso decisivo hacia la Gran Serbia, objetivo tanto de Milosevic en Belgrado como de los dirigentes serbios de Bosnia.

Mladic, jefe militar de los serbios de Bosnia, ha reiterado sus promesas de garantizar el libre paso a los cascos azules. Luego las ha violado cuando le ha convenido. Ahora ha prohibido a los cascos azules permanecer en Srebrenica porque se acerca el asalto final serbio. Lo más lamentable es que los cascos azules han obedecido. Karadjiz, jefe civil de los serbios de Bosnia, ofrece seguir discutiendo el plan Vance-Owen, pero es una forma de ganar tiempo. Los serbios ya han dejado claro que rechazan ese plan -a pesar de que con él obtienen concesiones importantes- porque quieren imponer por la fuerza una extensa zona serbia -limpia de musulmanes- para luego incorporarla a la Gran Serbia.

Desde hace tiempo, los serbios han puesto en marcha ese plan en medio de declaraciones tácticas apaciguadoras. Pero ni Europa ni la ONU han sido capaces de dar una respuesta eficaz. Y ello por una razón básica: la negativa general (más o menos explícita según los países) a emplear métodos de fuerza, aunque fuesen limitados, para convencer a los serbios de que la comunidad internacional jamás aceptaría su plan expansionista. Así, el envío de cascos azules para fines humanitarios se ha hecho de forma muy especial: sin permiso para que puedan utilizar sus medios militares para llevar a cabo sus misiones. A cada paso están obligados a negociar con las bandas armadas serbias. En esas condiciones se ha prolongado una curiosa coexistencia entre los cascos azules y la continuación de los actos agresivos de Serbia, con el cerco salvaje de Sarajevo y su cortejo de violaciones, matanzas y deportaciones en masa.

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En cuanto al presidente de EE UU, Clinton, después de hacer algunas declaraciones en tono enérgico, se ha amoldado a lo que hace la ONU, apoyando el plan Vance-Owen. Y acaba de rechazar el informe de un grupo de sus colaboradores que juzgan indispensable el uso de la fuerza. En la práctica, Europa, y EE UU están resignándose a aceptar los éxitos milita res de los serbios. Estamos en un momento delicado de la crisis bosnia: si los serbios, una vez logrados sus objetivos, ofrecen una negociación, ¿cuál será la res puesta de la ONU? En esta coyuntura, la reciente de cisión del Consejo de Seguridad al negarse -por presión de Rusia- a reforzar el embargo económico contra Serbia es gravísima: su mensaje para los ser bios es que pueden continuar sus ataques y atropellos sin temor a sanciones internacionales. Lo contrario de lo anhelado.

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