Visiones enigmáticas
Recientemente, con motivo de la selección de las obras presentadas a la séptima edición de la remozada Bienal de Pamplona, me llamó la atención una tela del joven pintor navarro Patxi Ezquieta (Pamplona, 1960), una imagen inquietante en la que se adivinaba una poderosa energía poética y una vía singular dentro de las pautas generales de nuestra figuración reciente. La primera muestra personal madrileña de Ezquieta confirma con creces la impresión acuñada en aquel encuentro.El talante más perturbador de estas enigmáticas alegorías ideadas por Ezquieta en su retiro atlántico marroquí nace, a mi juicio, del equilibrio subterráneo que en ellas se establece entre la despiadada ingenuidad aparente de ciertas asociaciones simbólicas y el abismal desgarro que, a la postre, sospechamos.
Patxi Ezquieta
Galería Afinsa-Almirante. Almirante, 5. Madrid. Abril.
De hecho, la clara evolución marcada por las piezas más recientes, fechadas ya en 1993, desplaza la ambivalencia anterior hacia una mordiente más explícita que, con sus dejes balthusianos y sus referencias escatológicas, sacan literalmente a la luz de la visión las entrafias laceradas de este oscuro soñador.
Desde un registro algo distinto, la obra sobre papel nos abre a su vez un paisaje adicional en la llameante imaginación de Ezquieta, en ningún aspecto inferior al delimitado por la pintura. En este caso, cobra un acento mayo r un aspecto recurrente en su trabajo, el del diálogo entre la palabra y el dibujo. En la mejor herencia emblemática, escritura e imagen hacen estallar aquí, más allá de la suma de sus partes, los límites del sentido.
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