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El presidente mantiene la cumbre con Clinton este fin de semana en Canadá

Pilar Bonet

Aunque la cumbre ruso-norteamericana entre el presidente Borís Yeltsin y el presidente Bill Clinton en Vancouver (Canadá), fijada para los próximos días 3 y 4 de abril, se mantiene oficialmente, en medios políticos moscovitas existen serias dudas sobre la conveniencia de que el líder ruso abandone su país en estos momentos tan críticos y con la lucha por el poder en plena ebullición.Por de pronto, Yeltsin ha suspendido ya la gira por Siberia con la que pensaba completar su viaje a Canadá y todo parece indicar que su periplo será extremadamente corto, si es que efectivamente tiene el valor de marcharse de Rusia este fin de semana. Si lo hace, nadie garantiza al combativo Yeltsin qué clase de país encontrará al volver.

Yeltsin está en una delicada situación, ya que cualquier paso que dé tiene ventajas e inconvenientes equiparables. Si va a Vancouver, estará demostrando que es fuerte, pero el precio puede ser demasiado elevado. Si no va a Vancouver, estará demostrando que es débil, lo cual es algo que el presidente no se puede permitir en estos tiempos de campaña electoral.

Yeltsin necesita urgentemente ayuda occidental para demostrar a sus conciudadanos que los países industriales ricos confían en él, como lo hicieran antes en el líder soviético, Mijaíl Gorbachov. La ayuda occidental exaspera a los adversarios del presidente, humillados por "la ropa usada" que el mundo exterior manda a Rusia, tal como dijera estos días una diputada del Congreso en el Kremlin.

Evgéni Ambarzúmov, jefe del Comité de Exteriores del Parlamento ruso, advirtió ayer a los países occidentales que no deben apostar por una sola persona en Rusia, en referencia al apoyo expresado personalmente a Borís Yeltsin. La ayuda occidental es necesaria, pero un enfoque falto de tacto o grosero puede producir unos resultados contrarios a los deseados, agregó. Esta pos¡ción coincide significativamente con la expresada la semana pasada por Henry Kissinger, ex secretarlo de Estado norteamericano.

Proamericanismo

Ambarzúmov, considerado como uno de los candidatos al puesto de ministro de Exteriores, manifestó a la agencia Interfax que la sede de la diplomacia rusa tiene muchos defectos, "entre ellos el proamericanismo" que conduce a copiar "algunos de los enfoques de EE UU". Según Ambarzúmov, "Moscú necesita una posición más independiente".

Vladímir Lukin, el embajador de Rusia en EE UU, abundó ayer en esa misma idea al señalar que la "sociedad civilizada" está formada por "Estados muy egoístas que persiguen sus propios intereses nacionales". Lukin, que es también diputado del Congreso, afirmó que no hay que actuar como "el tonto del, pueblo" y pensar que todos están dispuestos a abrazarnos "y a compartir todo lo que tienen".

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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