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Reportaje:

La desorientación de Oriente

Los países del Este buscan con escasos medios económicos políticas culturales propias

Francesc Valls

La caída de los regímenes de socialismo real en Europa ha dejado al descubierto huecos en las estanterías de las grandes bibliotecas públicas. Los vacíos se extienden a las artes plásticas, cuya vanguardia pereció en la hoguera del realismo socialista. Los músicos de las grandes orquestas han cambiado su selectiva condición de disidentes políticos por la más prosaica y masiva de emigrantes económicos. Todos estos déficit son abordados en el Comité de Cultura del Consejo de Europa occidental preocupada por la oriental sea la de los mercaderes.

"En el Consejo de Europa todos son iguales", explica Raymond Weber, responsable de la Dirección de Cultura, Educación y Deportes del citado organismo. Delegados de Albania, Croacia, República Checa, Estonia, Letonia, Lituania, Rusia, Eslovaquia, Eslovenia u observadores como Bielorrusia y Ucrania acuden a la sede del Consejo de Europa, en Estrasburgo, en busca de asesoramiento y orientación. "Quieren ayuda en sus problemas legislativos -como patrimonio y derechos de autor- y formación cultural", añade Weber. "Muchos de estos países nos preguntan cómo articular un ministerio de cultura", subraya el director del citado departamento, quien agrega que la situación es catastrófica: se mira con recelo todo lo que haga el Estado. "Antes la cultura era ideología y cualquier intervención del Gobierno en cultura es vista como algo anormal", dice Weber.La participación del Estado resucita con frecuencia viejos fantasmas. Es todavía reciente el recuerdo vivido del sórdido palacio de los sueños, con el que el escritor albanés Ismael Kadaré quería retratar a los policías de escrutadores de las conciencias. "Los Gobiernos tienden a creer que la cultura debe estar cerca y ello quiere decir estar a su servicio", dice Kirill Razlogov, delegado ruso para temas culturales ante el Consejo de Europa. "Si no pueden utilizar la cultura, ésta ya no les interesa y entonces deciden prescindir de la cultura", añade el ruso. La prueba de este hecho es que entre los pactos suscritos por la Comunidad Europea y Rusia no hay ninguna mención a temas culturales, agrega Razlogov.

La economía de mercado ha llegado del Atlántico a los Urales. "Pero no podemos competir con los sueldos de Occidente", asegura el delegado ruso, que dirige el Instituto de Investigación Cultural de Moscú. "Es imposible pagar un sueldo superior a los 40 dólares mensuales a un músico", subraya Razlogov. En la nueva situación el único producto cultural homologable con Occidente son los grupos de rock.

"En el terreno de la cultura de masas, el cine erótico está haciendo estragos", manifiesta el delegado ruso. La actriz Sylvia Kristel arrasa entre los espectadores rusos, al igual que libros de autores como Jacqueline Susan.

Ylljet Aliçka, responsable del Ministerio de Cultura de Tirana, dice: "No podemos hablar de cultura mientras falte el pan, a pesar de que Albania haya pasado sequía intelectual; hemos tenido una dictadura comparable a la de Corea del Norte; Cuba, a nuestro lado, era un país democrático".

Iconos que desaparecen

El nuevo Gobierno de Tirana ha debido empezar más desde abajo que sus homólogos del Este. Hay una auténtica explosión de las artes plásticas, mientras los iconos desaparecen de iglesias y museos. Se recupera a autores malditos. Shakespeare sube al escenario del teatro nacional gracias a su Ricardo III una obra considerada sin duda intrigante por Enver Hoxa, que gobernó con mano de hierro Albania desde el fin de la II Guerra Mundial."El Gobierno actual subvenciona la traducción de algunos autores considerados anteriormente reaccionarios", asegura Ylljet Aliçka, quien sin inmutarse coloca en el pelotón de traidores al socialismo a Franz Kafka, Federico García Lorca, André Gide y George Orwell.

En el terreno de las bibliotecas, la Dirección de Cultura del Consejo de Europa tiene proyectos muy trabajados. Raymond Weber, responsable de esta área, habla de un programa que prevé que cada gran biblioteca occidental se hermane con una oriental, un programa que contaría con el apoyo de la Comunidad Europea. Se trata de cubrir vacíos de autores que durante décadas han sido ignorados.

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