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Crítica:CANCIÓN
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La risa tiene un precio

Unamuno llamó a Salamanca "académica palanca". Pero estos tres tipos que se han bautizado de forma tan extraña no son de Salamanca y, desde luego, tienen muy poco que ver con el sentimiento trágico de la vida (o eso, al menos, parece). Ahora bien, los tres son gente muy leída y muy enterada. Y esto se palpa en su espectáculo, para bien y para mal. Para bien, porque no hay humor más arrebatador que el humor inteligente. Para mal, porque utilizan con desparpajo y reincidencia muchos tics y numerosos guiños que sólo captan los iniciados en la progresía y en la jerga de los intelectuales golferas.Miguel Vigil, Antonio Sánchez y Javier Batanero (cada uno por su parte) fueron músicos y cantautores progres de reconocido prestigio entre los críticos musicales y entre una selecta minoría de noctámbulos ilustrados. Hace dos años se liaron la manta a la cabeza y comenzaron a insinuar su vis cómica por los escenarios de los cafés cantantes madrileños (quizá porque la gran industria discográfica no captó su talento o porque se les puso el cuerpo de jota). Se percataron de que la gente se descoyuntaba de risa con sus ocurrencias.

Académica Palanca

Antonio Sánchez, Miguel Vigil y Javier Batanero. Teatro Alfil. Madrid, todos los martes de marzo.

Tras muchas noches de carcajadas y elogios, decidieron hacer la risa en serio. Les ficha una multinacional discográfica y les contrata Chicho Ibáñez Serrador para el Un, dos, tres. Es decir, se abrieron al gran público.

Pero lo cierto es que en el concurso televisivo quedaban en cierto modo como gallo en corral ajeno, como ha ocurrido con otros artistas. Lo suyo es el directo; lo suyo es jugar en su propio campo, donde cada uno de sus dislates es celebrado hasta el punto de que algunas personas sensibles se ponen a punto de micción. Su apertura a las masas se percibe en el sincretismo cómico del espectáculo: hay aromas de Gila, de Tip y Coll, de los hermanos Calatrava, de La Trinca, de Emilio el Moro, de Moncho Alpuente, de Wyoming, de Reverendo e incluso de Groucho Marx. Sus materiales de trabajo son los que han utilizado desde el principio de los tiempos todos los cómicos que en el mundo han sido: juegos de palabras, incorrecciones gramaticales mimadas por el vulgo, talante inverosímil y manipulación de los tópicos nacionales.

Cantan muy bien, imitan de forma original, son sarcásticos con lo que no les gusta, masacran a los horteras, se ceban con los cantantes convencionales, fusilan a algunos presentadores televisivos y se pasan con María Dolores Pradera. Esta ensalada mixta, a pesar de la dignidad con que es aliñada, adolece de una falta de dirección escénica. En cuanto consigan eso, arrasan. Pero la risa tiene un precio.

Dicen los sabios que la cima del humor consiste en reírse de sí mismo. Académica Palanca conocen bien este teorema. Es más, quizá sea la base de todo lo que hacen, pero en su espectáculo no queda demasiado explícita la autoburla. Da la impresión de que, en vez de reise con se ríen de. Lo hacen muy bien. Y son pedagógicos. Enseñan por ejemplo cómo hay que comportarse para no hacer el ridículo: "Para meter la gamba se necesita / entrar con Salman Rusdhie en una mezquita". Poseen también el arte del laconismo. Imitando a Nino Bravo se limitan a cantar: "Tiene sólo veinte años. iY ya está!".

Ellos pueden ser un revulsivo en el sublime arte del amor, donde campean la zafiedad, el mal gusto y el analfabetismo radical. Pero Unamuno jamás les invitaría a comer.

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