Una pequeña joya
La exposición Picasso-El tricornio muestra los dibujos preparatorios y los vestidos diseñados por Picasso para el ballet El tricornio, inspirado en El sombrero de tres picos. Falla compuso la música, la coreografía es de Massine, y la producción, de los famosos Ballets Rusos de Serge Diaghilev. La obra se estrenó en Madrid, por invitación del propio Alfonso XIII, en la primavera de 1916; se representó en Londres en 1919 y en París en enero de 1920.El tricornio fue la segunda colaboración de Picasso para el teatro. Pero a diferencia de Parade (1917), en donde algunos de los personajes bailaban con vestidos cubistas, tan radicales como aquellos que habían ideado los dadaístas o que, unos años más tarde, mostrarían los artistas constructivistas rusos, poco había aquí de experimentalismo, al menos aparentemente. El tricornio coincidió, además con otro ballet representado en la ópera de París: Le chant du rossignol, de Stravinski, decorado por el que fuera el gran rival de Picasso Henri Matisse. El telón de Matisse es mucho más moderno que el de Picasso, y al decir de los expertos se anticipó al concepto de espacio-luz que el pintor fauvista desarrolló más tarde.
Picasso-El tricornio
Museo Picasso. Barcelona.Hasta el 25 de abril, que pasará a la Fundación Juan March de Madrid.
En El tricornio Picasso casi abandona su lenguaje cubista e inaugura su segunda etapa impregnada de clasicismo (la primera fue hacia 1905). Lo que vemos son unos refinados dibujos preparatorios para el telón, una reproducción del telón que muestra una escena de corrida con resabios goyescos; un telón de fondo con la imagen de un pueblo español pintado en un cubismo sintético tan light que recuerda las composiciones coetáneas de Leopold Survage, y un vestuario de corte tradicional, animado por colores vivos que se alternan con un negro purísimo y bellos motivos geométricos y llameantes.
Hasta aquí todo sería revivir ese espíritu folclórico de Falla, "un folclor alegre y sin pretensiones, que sugería perfectamente la atmósfera despreocupada y burlesca de la farsa", como nos dice Brigitte Leal, comisaría de la muestra, hablando del vestuario. Ciertamente, la coreografía del ruso Leonid Massine, que conocía bien las experiencias neoprimitivas de sus paisanos Larionov , Gont-charova, era moderna para la época: en el vídeo de la nueva puesta en escena que la ópera de París realizara el año pasado podemos apreciar los pasos geométricos y los gestos repetitivos de esta coreografía. Así pues, si Picasso no hubiera hecho más que esto, tendríamos un vocabulario ecléctico y un avance hacia el clasicismo, con un fuerte deseo, afín al de Falla, por expresar algo "genuinamente español".
Pero Picasso, además, realiza unos dibujos sobre las bailarinas de los ballets rusos que por sí solos ya justificarían toda la exposición de El tricornio: estos dibujos muestran la capacidad satírica, y no sólo eso, también perversa, de Picasso hacia sus modelos y hacia el propio arte clásico, es decir, hacia la historia del arte. Estas bailarinas (extraídas de la realidad o de una fotografía totalmente convencional) son horribles, sus brazos y manos se inflan como globos y sus rostros nos muestran unas expresiones de bobaliconas totales, de auténticas bledes soleiades, como se dice en catalán. Porque Picasso es siempre Picasso, y jamás hubiera vuelto a un clasicismo muerto ni podía tentarle del todo -o únicamente- una cita literal, un préstamo mecánico y sin imaginación. De ahí que haya podido afirmarse que estas amplificaciones aerodinámicas del cuerpo prefiguran ya las deformaciones biomórficas de su época surrealista. Lo cual, sin duda, es cierto.
Para un público común, que tal vez no entra en estas sutilezas estilísticas, la exposición El tricorni . o es igualmente gratificante: bien montada, bien explicada, el visitante apreciará tanto las deliciosas fotografías de la época como la música de Falla y la maestría del dibujante. No se la pierdan.
Babelia
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