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¿Está usted aquí como periodista o como homosexual con sida?

La lucha por la objetividad de un reportero seropositivo de "The New York Times"

Jeffrey Schmalz vive en un círculo cerrado, tiene anticuerpos del sida y su trabajo consiste en escribir sobre la enfermedad para uno de los periódicos más influyentes del mundo, The New York Times. Schmalz, de 39 años, sabe que acabará teniendo el mismo aspecto de "superviviente de campo de concentración" con el que la enfermedad marca a las personas a las que entrevista y sabe que morirá como todos aquellos que le piden que aproveche su privilegiada posición para adoptar una postura militante contra la enfermedad.

Schmalz lucha cada mañana frente al espejo para que el dolor y la desesperanza no acaben con él antes de que la enfermedad llegue a su recta final, pero tiene todavía más terror a que se le acuse de tomar partido y de estar perdiendo su criterio profesional.Frente a las susceptibilidades de los lectores, el periodista reta con una medida agresividad a que se encuentre una sola línea en sus artículos en la que falte a las reglas de la objetividad. Los reportajes de Jeffrey Schmalz son personales, pero él insiste en que no son subjetivos. "No sé realmente cómo lo consigo, quizá soy un tipo tan frío que ni siquiera el sida puede hacerme tambalear", explica con ironía. "Es cierto que ya no hago entrevistas, sino que dialogo con las personas. Lo hago de víctima de sida a víctima de sida, pero de alguna manera toda esa cercanía desaparece cuando me siento ante la máquina y tomo distancia con lo que acabo de vivir".

La confesión de Magic

Schmalz sabe que nadie que padezca el sida puede ser sincero cuando dice que todo va bien, y reconoce que aprovecha su enfermedad para llegar donde ningún otro periodista sano puede llegar. Sabe de la fragilidad de las declaraciones de optimismo de algunos de sus entrevistados enfermos de VIH. Por eso interrumpió bruscamente al deportista Magic Johnson y a la multimillonaria republicana Mary Fisher y les pidió que se dejaran de cuentos. La mujer se puso a llorar y el deportista cambió su actitud y se abrió al periodista. Schmalz recuerda su simbólica despedida con el ex jugador de los Lakers: "Nos volveremos a ver, me dijo; y el sentido de esa frase de Magic Johnson sonó a un profundo compromiso mutuo de sobrevivir a esta tragedia".Schmalz empezó en el periodismo como chico de los recados antes de licenciarse en Económicas en la Universidad de Columbia. Como buen principiante utilizó su curiosidad natural para aprender el funcionamiento de The New York Times, y a los 22 años fue contratado como editor del periódico, uno de los más jovenes de la historia del diario.

Su carrera siguió ascendiendo meteóricamente hasta convertirse en el jefe de la sección de local. Un día, Jeffrey Schmalz fue súbitamente "desterrado" a Albany, cuando el entonces director del diario Abe Rosenthal decidió que no se sentía cómodo teniendo homosexuales en la redacción. Su trabajo como corresponsal político en la capital del Estado de Nueva York fue tan brillante que en 1990 regresó como especialista de política nacional a la redacción central.

En diciembre de 1990, la vista de Schmalz se nubló súbitamente cuando miraba la hora en el reloj de la redacción, sufrió un colapso, cayó al suelo y fue inmediatamente trasladado a un hospital. Tras varios meses de lucha contra un virus cerebral consiguió sobrevivir, pero los médicos le comunicaron que sus días estaban contados.

"A veces me pregunto si, como muchos de mis entrevistados, no he estado jugando con fuego de una manera consciente. Estuve varios años sin practicar el sexo con protección. Nunca me hice la prueba porque me autoconvencía con argumentos como pensar que si estuviera contagiado ya me habría muerto", explica. Schmalz pasó varios meses reflexionando sobre su nueva situación y decidió dedicarse a escribir sobre, el VIH

Vuelta al trabajo

Su vuelta a las páginas del diario mereció el mejor espacio de un domingo con un artículo titulado: Cubrir el sida y vivir el sida. El testimonio de un reportero. "Durante 20 años fui el ejemplo de periodista de The New York Times, sin permitirme tener implicación personal alguna en mi trabajo. Ahora veo el mundo bajo el prisma del sida y me siento obligado a escribir para todos aquellos enfermos de sida y a escribir para el periódico de la manera que ningún otro periodista puede cubrir una información", escribió Schmalz para presentar su nueva etapa a sus lectores.Su situación es tan conocida que en un funeral por una víctima de sida una persona se le acercó y le preguntó si asistía a las pompas fúnebres como homosexual con sida o como periodista. Con tanta atención pública, Schmalz tiene miedo a convertirse en un "exhibicionista"; por eso afirma tan a menudo que ante todo es un reportero.

Sin embargo, rechaza que su periódico esté sacando provecho de su situación para alinearse en la progresía informativa contra el sida. "Falta un mayor seguimiento político de lo que Washington está haciendo para combatir la enfermedad".

A pesar de haber conseguido su especialidad a petición propia, la experiencia es a veces demoledora, y su vida está demasiado encerrada en un mundo de desesperación. Recibe cartas de madres que han perdido a sus hijos por el sida, mensajes telefónicos de pacientes que le piden llorando que les diga que existe una cura, y, sin embargo, cada día tiene que volver a su casa para proseguir con su tratamiento de AZT que frene el curso de la enfermedad mortal.

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