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Tribuna
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Poder

Rosa Montero

No quisiera hacer leña del árbol caído, pero la imagen del concejal madrileño Matanzo llorando a lágrima viva al ser destituido me ha dejado estupefacta. Ahí estaba en la foto, hundiendo su cara berroqueña en el hombro del alcalde, quizá por no hundirle una daga sarracena hasta la empuñadura.Que quede claro que no veo ningún desdoro en el hecho de que hombres o mujeres lloren profusamente en público. Pero asombra que un varón tan tradicional como Matanzo suelte el trapo del llanto de ese modo, porque a él, que siempre se ha comportado con tanta dureza con todo el mundo (putas, artesanos, pobres), lo de mojarse en lágrimas le debe de parecer una blandura muy poco viril. O sea, que Matanzo ha debido de estar muy fuera de sí para llegar a tal extremo emocional. ¿Y qué es lo que le coloca en ese disparadero, en ese abismo? Respuesta: la pérdida del mando.

Desde luego, Matanzo no está solo en ese transido amor al cargo y al status: el país está lleno de directivos y políticos clavados con chinchetas a sus sillas y atenazados por el terror a descender algún día de sus miserables alturas administrativas. Algunos de los defenestrados hacen maniobras florentinas, como Guerra; Matanzo, que es más visceral, hace pucheros. Una vida completa supone muchas cosas: amor, Imaginación, amigos, familia, ocio, sueños, hijos, sexo, espiritualidad, inquietudes intelectuales, placeres estéticos, capacidad de juego... Pero para estos tipos obsesionados por el cargo la existencia parece reducirse a la superficie de sus mesas de despacho: qué limitación y qué pobreza. Como decía Carmen, mi sabia y sensata asistenta, al observar la llorosa foto de Matanzo: "Lo que es el poder...". Ese poder que les mastica y devora de pies a cabeza, para escupir después el pipo de lo que son: un huesillo de nada.

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