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La burocracia en escena

La maniobra de Lina Morgan

La profisión teatral acogió hace un par de años un rumor: quien sí había conseguido licencia de funcionamiento era el teatro La Latina (plaza de la Cebada), cuya propietaria es la actriz Lina Morgan. El rumor era cierto.Esta empresaria teatral, una de las pocas que sobrevive en España sin ayudas de nadie, fue invitada hace dos años por el alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano, a inaugurar el navideño Mercado de Belenes de la Plaza Mayor. Días después obtuvo dicha licencia. Así lo cuenta su gerente, Ángel Gutiérrez: "Lina le tuvo que llorar al alcalde porque era increíble que no tuviéramos licencia".

El concejal presidente del distrito Centro, Ángel Matanzo, también lo recuerda: "Le tuve que firmar la licencia de funcionamiento a Lina, a la pobrecilla no se la firmaron' los socialistas durante todos los años que estuvieron". Pero después llegaron al teatro La Latina los técnicos de Protección Civil pidiendo cada vez una cosa distinta.

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Aún no han terminado todo y, en cualquier caso, la famosa licencia concedida ya no es válida, pues al modificar algo la sala tienen que tramitarla de nuevo. "Nos vuelven locos", comenta Gutiérrez, "se pasan la pelota unos a otros y nadie se arriesga a firmar nada, no sabemos qué es lo próximo que nos van a pedir, pero seguro que es algo nuevo, después de todo lo que hemos arreglado y gastado estos últimos años".

Sin califícativos

José Carlos Plaza, director del Centro Dramático Nacional, sede del María Guerrero, afirma que no tiene calificativo para explicar la situación.

Y recuerda con humor que, cuando se creó el mítico Teatro Español Independiente (TEI) de la calle de Magallanes -aún en los años de franquismo-, solicitaron licencia de teatro. Era imposible conseguirla, ya que entonces les obligaban a ser café-teatro -lo que ahora no dejan que sea el teatro Alfil-, por lo que tuvieron que contratar a varios camareros y dar copas. Como la situación era insostenible, terminaron por comprar una máquina de refrescos y cuando llegaba la inspección se la señalaban, diciendo: "Eso es el bar".

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