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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Ejemplar muestra sobre poesía visual del barroco

Verso e imagen

Del barroco al Siglo de las Luces. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Alcalá, 13, Madrid. Febrero y marzo de 1993.

çSiendo su comisario José María Díaz Borque, eficazmente asistido en dicha tarea por José Manuel Matilla, ambos expertos en la cuestión; su patrocinador, la Comunidad de Madrid, y, en fin, su lugar de exhibición, el de las salas de la Calcografía Nacional, la exposición titulada Verso e imagen. Del barroco al Siglo de las Luces es verdaderamente ejemplar por muy diversos motivos. Antes, en cualquier caso, de comentar el porqué de su naturaleza modélica, quiero advertir algo acerca de su contenido en sí, lo que, de todas formas, supone ya destacar su mérito. Y constituye un mérito la elección del tema -el de la poesía visual; esto es, cuando el verso, como tal forma gráfica, sirve de elemento icónico, lo que, en definitiva, nos trae el apasionante asunto de las relaciones entre grabado y poesía- no sólo porque llama la atención sobre un aspecto importantísimo de nuestra cultura histórica aún casi no hollado ni siquiera por los investigadores de nuestro país, sino también porque sienta las bases de su complejísima clasificación, allanando de esta manera el camino.

Por otra parte, nuestra históricamente alargadísima tradición barroca era proclive a estos entretenimientos lúdicos y extremadas sutilezas del ingenio, lo que acrecienta el interés local para afrontar su investigación documental y estudio crítico. En este sentido, insisto, sólo por sacar el asunto a la luz merecen encendido elogio sus promotores, a los que, sin embargo, no hay que felicitar en su condición de concienzudos y responsables arqueólogos que exhuman eruditamente información del pasado, sino, sobre todo, por tocar algo que sigue hoy vigente, aunque la mayor parte de las veces reducida su significación al terreno de los llamados pasatiempos populares, que es donde actualmente se ubican los jeroglíficos, los acrósticos, los crucigramas, los laberintos de palabras, etcétera.

Hay, también es cierto, otra línea de desarrollo más culta y minoritaria: la que enlaza esta tradición como antecedente de los caligramas, que entusiasmaron a la vanguardia histórica, y los muy diversos ejemplos de poesía visual que se ha seguido practicando a lo largo de todo nuestro siglo. De todas formas, sea cual sea la perspectiva elegida, la vigencia y amenidad del tema quedan garantizadas en la actualidad, y, en consecuencia, el provecho para el eventual visitante de la exposición.

Esfuerzo didáctico

Con todo, además de estas buenas razones, la exposición asombra principalmente por su planteamiento. Y es que, contando con un reducidísimo espacio para un tema tan amplio y denso, el esfuerzo didáctico de síntesis realizado es prodigioso, como así mismo lo es la sensibilidad e imaginación derrochadas en el montaje.

Un montaje que se ha valido de una escenografía en escayola para crear un ambiente adecuado, pero, rara avis en estos casos, no. para distraer la atención del visitante, desviándole del contenido de lo que se exhibe, sino para ayudarle a penetrar mejor en él; algo así como una perfecta ilustración del docere delectando horaciano, por lo general, más reclamado que practicado. Si añadimos que detrás de todo está un puñado de jóvenes competentes e ilusionados, los que trabajan en la Calcografía Nacional a las órdenes sabias de Juan Carrete, que ha transformado lo enmohecido de esta vetusta institución en la repulida nobleza que le corresponde, no se puede dejar de pensar en qué bienes culturales podríamos llegar a disfrutar si nuestros políticos y mecenas otorgasen su confianza y apoyo a quienes han acreditado sobradamente merecerla. Si quieren una demostración práctica: vayan a ver esta exposición, consulten su primoroso catálogo, y, a la que están, aprovechen la ocasión para echar una ojeada general a la Calcografía y sus actividades regulares, y verán por sí mismos que no exagero un ápice.

Soy consciente que con mis encendidas loas he ocupado casi todo el espacio aquí disponible para comentar algunos de los muy apasionantes aspectos de lo contenido de la exposición, pero, lo primero es lo primero, no me arrepiento de haberlo hecho, entre otras cosas porque es una muestra que se explica y defiende sola.

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