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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Las artes del visionario

Henri Michaux

Galería Jorge Mara. Calle Jorge Juan, 15. Madrid. Desde el 8 de febrero de 1993.

¿Qué decir, de entrada, acerca de una convocatoria que anuncia obra plástica de Henri Michaux (Namur, Bélgica, 1899París, 1984), excepcional poeta y pintor, y que además, firmada dicha convocatoria por una galería comercial privada, resulta que nos ofrece una minirretrospectiva extraordinaria con 37 obras, fechada la primera en 1937 y la última en 1981? Pues, en mi caso, simplemente confesar mi asombro ante lo que seguiría calificando como hazaña incluso aun cuando lo exhibido de este genial artista maldito hubiera sido mucho más modesto.Con 11 de sus más relevantes libros traducidos al castellano, y habiendo sido vertido a nuestra lengua alguno -Un bárbaro en Asia- ni más ni menos que por J. L. Borges, no me voy a molestar ahora en subrayar la importancia de Michaux en la literatura contemporánea. En realidad, tampoco habría que hacerlo respecto a su obra plástica, pues es una referencia obligada- en cualquier manual de arte contemporáneo, pero, al menos desde esta última perspectiva, el contexto presente ayuda naturalmente a no resultar innecesariamente enfático.

Consagrado por la historia, en todo caso no se puede decir que Henri Michaux sea un artista popular, lo que sin duda refuerza el mérito de la galería Jorge Mara y el interés de la exposición, que es digna de un museo. Más aún: estoy convencido de que la hora del reconocimiento masivo de Michaux está próxima, pues de trata de una de esas figuras no. excesivamente frecuentadas, pero a las que el paso del tiempo, el definitivo crítico, se encarga de poner en su sitio. En este sentido, creo que al Michaux pintor le ha de pasar lo mismo que a otros grandes artistas circunstancialmente marginados, como el americano Tobey, que habrá que volver progresivamente sobre ellos.Carácter de maldito

Por lo demás, el carácter de maldito que justamente le corresponde a Henri Michaux no es sólo debido a la dificultad o la tardanza en el aprecio general demostrado por su obra, sino también a la naturaleza misma de su experiencia creadora, una experiencia de transgresión de límites de las que se llaman sin retorno.

En síntonía con ese grupo de heterodoxos del tipo de Bataille, Artaud, Leiris, Blanchot, etcétera, que no se conformaron con denunciar los límites de la razón occidental, sino que trataron de desafiarlos a costa de. lo que fuera, la pintura de Michaux tampoco, sin embargo, puede quedar reducida a los experimentos tempranos con alucinógenos como a veces superficialmente se insinúa. Hay en él un fulgurante apetito de videncia cuya urgencia se convierte en gesto.

De principio a fin, la imagen de Michaux es así paisaje, pero un paisaje romántico, de naturaleza visionaria, que es el que lo percibe todo en la mínima brizna y en el ilimitado horizonte, dos perspectivas cósmicas.

En este sentido, no es extraño que determinadas imágenes de Michaux nos traigan a la memoria los bosques de Altdorfer, el cráneo anamórfico de Holbein, la piel deshollada de Miguel Ángel en el Juicio final y otros tantos episodios donde se desenvuelve lo trágicamente infinitesimal, que tiene siempre resonancias cósmicas.

Luego está, claro, la cuestión de la ebriedad, que sólo el poeta sabe convertir alquímicamente en oro, más allá del improductivo embotamiento. Sí, porque hace falta ser poeta para que idea, visión y gesto se fundan en uno, encarando el horror, pero sin pérdida de la más loca felicidad. Esto es lo que hace que los visionarios sean tales y que tengamos que volver siempre sobre Michaux.

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