La oposición de los agravios
Haider, que en cierta ocasión calificó de "eficiente" la política laboral de Adolf Hitlier, tal vez olvidando el letrero que a la entrada del campo de concentración de Auschwitz aseguraba: "Arbeit macht frei" ("El trabajo os hará libres"), puede permitirse asumir el papel de única oposición real en Austria ante un Gobierno que, prácticamente desde el fin de la guerra, está ocupado en comandita por los dos grandes partidos tradicionales: democristianos (OEVP) y socialdemócratas (SPOE). Sus acusaciones contra la corrupción de la clase política, avaladas por el trabajo eficaz de un equipo de investigación, han sido precisamente una de las bases de su ascenso electoral.Así, los fracasos, como el de la recogida de firmas para la iniciativa antiextranjeros, pueden rápidamente transformarse en agravios. "La democracia fue aplastada y la libertad de los ciudadanos pisoteada. Un Gobierno, sólo porque tiene miedo del pueblo, no puede amenazar a los ciudadanos de que, si firmaban la petición, perdían su puesto de trabajo en las empresas estatales", asegura. Y añade: "aquellos a quien el Gobierno presionó nos lo agradecerán en las próximas elecciones, cuando el voto sea secreto".
Pero a la misma hora en que tenía lugar esta entrevista en su despacho del Parlamento, en el mismo edificio, la número dos de su partido, Heide Schmidt, anunciaba su abandono del FPOE acompañada por otros cuatro diputados para formar el Foro Liberal. Hay que decir que no fue la xenofobia ni el estilo del líder, sino su postura contraria a la entrada de Austria en la Comunidad Europea, lo que provocó la escisión.
Para la entrada de Austria en la Comunidad, Haider exige como condición previa una serie de "tareas domésticas" al Gobierno, consistentes en "una reforma tributaría, un reforzamiento del capital de las empresas austriacas para hacerlas competitivas y una serie de medidas para poder sostener las pequeñas explotaciones agrícolas familiares, como subvenciones directas para permitirles sobrevivir en la primera fase". También exige que se lleve a cabo la privatización total de las empresas públicas y, en el problema del tráfico por los Alpes, que se desarrolle un concepto del tráfico de vehículos siguiendo el modelo suizo. En cambio, se muestra decididamente partidario de una integración en la Alianza Atlántica y considera que la tradicional política de neutralidad austriaca ya no tiene sentido.
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