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Perú, ejército de miserias

Fujimori admite que tiene problemas con las Fuerzas Armadas

El presidente de Perú, Alberto Fujimori, ha reconocido en dos ocasiones en los últimos días la existencia de malestar en algunos sectores militares, y lo atribuye al apoyo que prestan a su Gobierno las mismas Fuerzas Armadas. A lo largo de las últimas semanas, sobre todo a partir de la represión contra los militares que intentaron un golpe para restablecer la democracia, el pasado 13 de noviembre, se han sucedido en Perú diversas manifestaciones de descontento por parte del Ejiército y la policía.

Los bajos sueldos han provocado en Perú la proletarización de los militares de rango medio, que se ven obligados a buscarse la vida con empleos en la amplia gama que ofrece la economía informal peruana. Los militares subalternos y policías ya forman parte de los cinturones de miseria que rodean a Lima. A este foco de malestar ya casi estructural se ha unido una serie de decisiones de Fujimori que han irritado a las Fuerzas Armadas y han provocado reacciones de protesta.El trato dado a los golpistas del 13 de noviembre ha sido uno de los factores del malestar: desde su detención, perseguidos a tiros por la policía en plena calle en algún caso, hasta su encierro humillante en la cárcel de Canto Grande, la misma que se emplea para delincuentes comunes y terroristas, Fujimori no se ha privado de nada para humillar a los militares que intentaron un llamado contragolpe de Estado para restablecer la vigencia de la Constitución, que había quedado suspendida tras el fujigolpe del 5 de abril.

Dos tenientes coroneles y dos mayores llegaron incluso a denunciar que habían sido torturados en las dependencias del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) nada menos que por el mismísimo asesor presidencial VIadimiro Montesinos, ex capitán de Artillería a quien se atribuye un poder en la sombra que le ha valido el mote de Rasputín de Fujimori. En una carta publicada el pasado día 18, los cuatro oficiales presuntamente torturados llaman la atención de la opinión pública internacional sobre el inminente consejo de guerra en que el fiscal pide 15 años de cárcel y 25 millones de dólares (unos 2.875 millones de pesetas) de reparación "por un intento de insurgencia, dere cho consagrado en la Constitu ción, y en el cual no se efectuó un solo disparo, no hubo un muerto, no se rompió ni un vidrio".

El encarcelamiento en Canto Grande de los golpistas desencadenó una ola de solidaridad insólita en el Ejército. Nada menos que 18 ex comandantes generales del Ejército asumieron un papel de portavoces del descontento y se pronunciaron en una carta interna al general de división Nicolás de Bari Hermoza, que ocupa hoy el mando de la institución.

En una entrevista radiofónica a principios de año, Fujimori respondió a los generales retirados y se enzarzó en una polémica con los ex comandantes en términos drásticos: "Algunos de esos ex comandantes generales son corresponsables -fijese, corresponsables- de la situación de terrorismo que sufre Perú y que originó 25.000 muertos, y entre ellos muchos subalternos, oficiales de la Policía Nacional y también miembros de las Fuerzas Armadas".

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Clima enrarecido

Las palabras de Fujimori provocaron una nueva carta abierta de los 18 generales de división que habían llegado al puesto máximo de la jerarquía en el Ejército. Los ascensos y pases a retiro, que se realizan en Perú al final de cada año, contribuyeron a enrarecer más aún el clima militar.En la Marina, Fujimori siguió un camino zigzagueante. Primero, el presidente denunció un fraude de varios millones de dólares, cometido de forma continuada desde hace años con fondos de la Marina depositados en una cuenta en Estados Unidos. El presidente peruano calificó de "traidores" a los que habían participado en el fraude y ordenó una investigación a fondo. Después parece que se paró la investigación y, a la hora de los ascensos, los mandos que la habían llevado adelante fueron pasados a retiro.

Cuando el general de brigada Alberto Arciniega se pronunció a favor del traslado de los militares golpistas de la cárcel de Canto Grande a una prisión militar, la respuesta de sus superiores fue excluir a Arciniega del ascenso a general de división y su pase fulminante a retiro. A esto se añadió la retirada inmediata de la escolta que le protegía. Arciniega, que además de haber combatido con éxito a Sendero Luminoso, en el Huallaga, formó parte del consejo de guerra que condenó a cadena perpetua a Abimael Guzmán, el máximo líder de la guerrilla maoista, sin escolta, era sólo cuestión de tiempo ver cuánto tardaban los senderistas en asesinarle. El general no vio otro camino que refugiarse en la Embajada de Argentina en Lima, de donde salió con un salvoconducto hacia el exilio en Buenos Aires.

Sueldos de hambre

Por si fuera poco este malestar en las filas militares, los policías han empezado a manifestar su descontento por sus sueldos de hambre. En una carta de los presidentes de cinco asociaciones de policías retirados, publicada estos días en varios periódicos de Lima, se denuncia que la canasta familiar mínima es hoy en Perú de 640 soles mensuales (unas 45.000 pesetas), y el sueldo actual de un policía asciende a 230 soles (unas 16.000 pesetas). Afirman los portavoces policiales que en los dos últimos meses del año pasado y lo que va de enero han muerto ya más de 50 agentes en actos de servicio, y piden "un sueldo compatible con la dignidad humana, con lo cual se recuperaría su moral y disciplina profesionales".Los reiterados actos en los que los mandos del Ejército y de la policía han expresado su inquebrantable adhesión al régimen, y su cohesión y unidad no han hecho más que confirmar la existencia de un malestar casi palpable en las Fuerzas Armadas.

El ministro del Interior, general Juan Briones, no vaciló en acusar a la prensa de desestabilizadora por reflejar esta situación y comparó a los periodistas con los terroristas de Sendero y del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA).

En las filas del Ejército se mueve una organización conocida por Comaca, nombre resultante de unir las primeras sílabas de sus componentes: comandantes, mayores y capitanes. El analista político Enrique Obando define a Comaca como una organización muy poco estructurada de militares ultranacionalistas, institucionalistas y muertos de hambre. De las filas de Comaca partió, según Enrique Obando, la tentativa golpista del 13 de noviembre.

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