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Rigoberta Menchú recibió en la frontera a los refugiados guatemaltecos

Rigoberta Menchú desoyó a sus médicos y corrió el miércoles a la frontera de La Mesilla, punto de encuentro entre México y Guatemala a través de la carretera panamericana. En su rostro quedaban rastros de la varicela, pero estaba feliz, sonriente y convencida de que lo que allí estaba ocurriendo era ya parte de la historia nueva de Guatemala. Casi 3.000 refugiados guatemaltecos volvían a casa y eran recibidos por la premio Nobel con emoción y esperanza.

Una impresionante calle humana de gente humilde recibía con vítores y aplausos la caravana expedicionaria, compuesta por casi 70 autobuses y medio centenar de vehículos ligeros y de asistencia. La bandera de Guatemala estaba presente, como también un numeroso séquito internacional integrado por organizaciones no gubernamentales y de solidaridad. El alcalde de Vitoria, José Ángel Cuerda, viajaba con una de ellas.Eran las 11.30, hora local. El viaje desde Comitán a La Mesilla, todavía por territorio mexicano, había salido perfecto. Había incertidumbre sobre lo que podía pasar en la frontera, pero los refugiados, sin moverse ni un instante de los asientos de sus autobuses, pronto cambiaron de opinión. La frontera estaba abierta de par en par, sin trámites de aduanas ni papeles migratorios que rellenar. Era una vuelta a casa sin complicaciones.

Allí, junto a las marimbas y el griterío entusiasta de familiares y compatriotas, estaba Menchú, ataviada con un huipil de rosas bordadas. Los refugiados no se apearon. Detuvieron voluntariamente los autobuses y desde las ventanillas la saludaron sonrientes y entre sollozos. "Yo vengo aquí de mirona", dijo la premio Nobel.

Escolta policial

En La Mesilla, la policía de Guatemala relevó a la mexicana en la escolta del convoy, ya en manos de la comisión gubernamental de aquel país que se encargará de llevarles a sus nuevos asentamientos de lxcán y Mentón, donde de momento hay ya tierras para 250 familias. Más o menos las que integran este primer contingente de los 45.000 refugiados que desde principios de los años 80 encontraron en México tierra de asilo ante la violencia institucional desatada contra ellos en su país.El trayecto montañoso a Huehuetenango, primera etapa de este largo recorrido de retorno a la patria chica de muchos de estos refugiados, fue largo y cansado, pero estuvo rodeado en todo momento de calor humano. No hubo ni una sola queja.

Desde las montañas, en las cunetas de la carretera, durante la travesía de aldeas y en los soportales de los caseríos, familias enteras, indígenas como ellos, les iban recibiendo con aplausos, estallido de cohetes, canciones populares y gritos de bienvenida.

Allí se comprobó la diferencia de sensibilidades que separa a México de Guatemala en esta operación. Había preparada una fiesta de recibimiento popular en el parque de esta ciudad, pero el Gobierno guatemalteco hizo todo lo posible para que el convoy no atravesara el núcleo urbano y lo llevó directamente al campamento habilitado para la ocasión. A cambio, les mandó la marimba de la Policía Nacional de Huehuetenango.

Los refugiados, que han viajado incluso con aves de corral, sacos de grano y todas las pertenencias que en estos 12 años han podido acumular en los campamentos mexicanos, descansarán aquí hasta el sábado.

La próxima etapa de este éxodo organizado será Ciudad de Guatemala, donde el domingo serán agasajados con una gran fiesta popular Allí les esperará de nuevo Rigoberta Menchú.

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