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Aprobado por los pelos para Bush

El 'héroe' de la guerra del Golfo deja la presidencia bajo la imagen del fracaso

Antonio Caño

Año 2008. Aparece en el mercado un nuevo libro sobre los presidentes de EE UU. En él se dedica un capítulo al ex presidente George Herbert Walker Bush, que gobernó Estados Unidos en el periodo correspondiente entre enero de 1989 y enero de 1993. "En 1994", afirma el libró, "durante un discurso por el que cobré 50.00O'dólares, uno de los espectadores atacó a Bush con una herradura y le recriminó porque, por su culpa, había perdido su casa y su trabajo durante la recesión de 1990-1992. Excepto por eso, al 41º presidente norteamericano apenas le citan ya los periódicos".

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Esta especulación, fruto de la imaginación del escritor Michael Beschloss, se une a otras que predicen un triste papel para Bush en la historia de este país. Marginado por su propio partido, que entró en una grave crisis de liderazgo después de su mandato, Bush no fue invitado al podio de la convención republicana de 1996, en Salt Lake City. Al descubrirse los documentos secretos de su gestión, el público conoce que animó en privado las ambiciones de poder de Manuel Antonio Noriega y de Sadam Husein.

Un apéndice de este libro aparecido en el 2008 afirma que Bush es conocido como el presidente que perdonó a Caspar Weinberger y que dio carpetazo al escándalo Irangate.

Talón de Aquiles

Otros especialistas no tienen un juicio tan duro de la presidencia que concluyó ayer. Después de todo, el balance de Bush, que perdió las elecciones el 3 de noviembre de 1992 por más de cinco millones de votos frente a Clinton, no es tan negativo. Bush ha desempeñado un papel importante en el final de la guerra fría y en el objetivo de establecer un imperfecto pero sugerente nuevo orden internacional.

Bush consiguió, por primera vez en la historia, abrir un proceso de negociaciones entre árabes e israelíes, estableció un nuevo modelo de relaciones positivas entre Estados Unidos y América Latina, contuvo los propósitos expansionistas de Irak y facilitó, aunque fuera a veces para su propia conveniencia; un nuevo papel más activo para las Naciones Unidas. Es cierto, como dicen sus detractores, que sus intervenciones militares en Panamá (1989) y el Golfo (1991) fueron para enmendar errores que el propio Estados Unidos había generado, pero esto no desacredita su firmeza contra esos dos sistemas dictatoriales. En Rusia se le puede criticar a Bush su falta de generosidad en la ayuda económica, pero no su claro respaldo a Mijaíl Gorbachov, primero, a Borís Yeltsin, después, frente a las amenazas totalitarias a las que ambos gobernantes rusos se tuvieron que enfrentar. Incluso en lo que respecta a la economía, lo que ha sido el talón de Aquiles de su presidencia, Bush no ha tenido resultados tan desastrosos como parece.

Bush deja la Casa Blanca con la tasa de inflación (3%) más baja que cualquier otro presidente desde Eisenhower y un índice de desempleo promedio en sus cuatro años (6,2%) inferior al del primer mandato del republicano Ronald Reagan y al del demócrata Jimmy Carter.

Es cierto que, durante la Administración de Bush, la economía de Estados Unidos tuvo el crecimiento más bajo desde la II Guerra Mundial, pero también es cierto que, después de algunas medidas de saneamiento interno, este país apunta ya hacia la recuperación y presenta en estos momentos el rostro más saludable. de todas las grandes economías occidentales,

En definitiva, domo afirma el comentarista Robert Samuelson, "Bush fue mejor presidente de lo que su rechazo mayoritario indicá". Las encuestas reflejan ya en estos momentos un índice de popularidad de Bush considerablemente más alto que el de hace tres meses.

Figura de transición

¿Por qué entonces Bush se va con la- imagen de un presidente fracasado?

En primer lugar, cualquier presidente que no consigue alcanzar un segundo mandato, como le ocurrió a Carter 12 años antes, tiene que cargar con una retirada humillante.

Bush, además de eso, ha dejado durante su presidencia la imagen de un hombre siempre a medio camino de todas las cosas.

Ni fue el conservador que diera carácter a su presidencia, como Reagan, ni el moderado que pudiera conservar los votos de la derecha del Partido Demócrata. Fue demasiado práctico y demasiado poco ideológico como para que su gestión deje huella.

"Llegó a la política", afirma un editorial del diario The New York Times, "con todas las ventajas de su cuna y su educación. Probablemente no va a ser recordado como un gran presidente, sino como una cordial figura de transición. ¿Las lecciones de Bush? Las, creencias cuentan para algo; las creencias promueven la política; sin ellas, el liderazgo desfallece".

No era fácil para George Bush suceder a un hombre de la personalidad de Ronald Reagan. Después ' de ocho años de conservadurismo, el destino de George Bush no podía ser históricamente otro más que el de entregar el testigo ordenadamente a un nuevo partido y una nueva generación. Como Leopoldo Calvo Sotelo en España. 0 como podría haber ocurrido con John Major en el Reino Unido si otras circunstancias no lo hubieran impedido. En ese papel, el de la transición ordenada, el. balance de George Bush merece un aprobado raspado, como toda su vida política.

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