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DANZA

Con flores y coronas

Hace 25 años, Víctor Ullate era un intérprete destacado y virtuoso de un ballet de Maurice Béjart: Ni flores ni coronas, que era un guiño a la tradición desde la óptica actual, y donde con mallas de trabajo los artistas hacían fragmentos del gran repertorio decimonónico, en una declaración de teoría estética conectada al pasado académico.Hoy, la joven tropa de Ullate, con flores y coronas, se enfrenta a su primer compromiso con el' ballet llamado comúnmente clásico. El programa presentado dentro de esta nueva fase ha sido un éxito real. No fue perfecto en lo absoluto, pero tiene toda la dignidad y el arrojo que tiene que tener el acto honesto de bailar. Hubo virtuosismo, talentos evidentes que hacen frotarse las manos al balletómano con visión de futuro (como Lucía Lacarra); buen gusto y entendimiento del estilo en Ana Noya, Ruth Maroto y Rosa Ochoa, y carreras que maduran, como María Jiménez, espléndida en ataques y acentos, con su partenaire Ygor Yebra.

Ballet Víctor Ullate

Concerto baroeco: Balanchine / Bach; Las silfides: Fokin / Chopin-Glazunov-Douglas; Tema y variaciones: Balanchine / Chaikovski. Teatro de Madrid, La Vaguada. 8 de enero.

Adalid del ballet moderno

Paradojas del destino de la danza en España: nuestro adalid del ballet moderno, precisamente Ullate, a contracorriente de la absurda política oficial de silenciar el ballet tradicional, sube el nuevo telón púrpura del teatro de Madrid y alerta a todos de una verdad sabida, pero empecinadamente ignorada por algunos: el ballet es un patrimonio a preservar, potenciar y divulgar.Ahora nadie se atreverá a decir que en España no hay ballet clásico, La compañía de Ullate se afirma así como plural, hablando todos los idiomas y estilos, con cantera propia. Mucho le queda por trabajar, pulir, retocar y rodar. Lo sabe y se enfrenta a un proceso fascinante de mejorar el producto artístico.

Mijaíl Fokin hizo Las sílfides (1909) para referirse al pasado romántico, y creó un nuevo estilo, el neorromanticismo. Lo que la compañía madrileña muestra espléndidamente montado por la experta pedagoga cubana Karemia Moreno es la versión que Fokin mismo retocó en estilo y formas coreográficas hasta su muerte en 1940. No es la Chopiniana moscovita o petersburguesa, lo que es de agradecer. George Balanchine hizo Tema y variaciones (1947) con la misma intención: traer a su ámbito de expresión la tradición imperial de fines de siglo XIX. Son ballets complejos, difíciles, de reto. Concerto barocco (1940) no se queda atrás. Ullate optó por lo difícil. Podía haber salido del paso con piezas menos comprometidas, pero no: ha ido recto a cerrar su primer círculo, del que saldrá con más libertad para la creación y, sobre todo, para armar programas amenos donde convivan lo de hoy y lo de siempre.

Estos estrenos pueden sin duda ser calificados de acontecimiento para la danza española, lo mismo que la iniciativa del teatro de Madrid, que aporta sus salas y hace a la compañía residente estable, experiencia inédita y tan necesaria en el Estado español. La cultura local de la danza gana con este programa (puede gana con este programa (puede ser visto hasta el 21 de este mes) que invita no sólo al disfrute de una plantilla joven, pujante y entregada, sino una vez más razonar sobre la eternidad patente de estas obras, su vigencia y su utilidad como plataforma dialéctica para el siempre cambiante arte de la danza.

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