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Reportaje:

La lucha por la ganga

Miles de personas estrenaron ayer las rebajas, a pesar de la crisis

"¡Quitarse, que vienen! ¡Dios mío, parecen los sanfermines!. El encierro que anuncian los empleados es en realidad una apertura, la de la puerta de Galerías Preciados de Goya, a las diez de la mañana. Cerca de un millar de personas algunas esperando desde antes de las 6.00, se desparrama por la tienda en busca de las ofertas limitadas. Seis abrigos de visón, saldados a 250.000 pesetas, encuentran compradoras en menos de 10 minutos. Ocurrió ayer, primer día de las rebajas de enero. A juzgar por la afluencia, no se notó la crisis.

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Más venta que en 1992

Esto no es Pamplona, pero ayer la lucha por la ganga tenía mucho del frenesí de un encierro, con derrotes a las estanterías y embestidas. En otros grandes almacenes, El Corte Inglés, el llenazo también era impresionante. El pequeño comercio ya se había adelantado, a causa de la crisis, a empezar incluso en diciembre la temporada tradicional de rebajas.El espectáculo, dadas las ofertas limitadas que se hacen tradicionalmente, estuvo ayer a las nueve de la mañana en el Galerías de Goya. A pesar del frío reinante (cinco grados), varios centenares de personas aguardaban pacientemente en, la acera. Tomás y Paula, veinteañeros, eran los primeros de la fila. "Llevamos aquí desde las cinco y cuarto de la mañana. Venimos a por unos vaqueros de cuero por 4.995 pesetas -antes, 17.000- y a por una cazadora igual", explican.

"Yo vengo a por un sofá muy cómodo, de piel, por 90.000 pesetas", explica Fernando, de 50 años. Es el segundo de la fila: llegó a las seis de la mañana. "Es una ganga, por eso estoy al pie del cañón", dice. Geerina Moreno, joven madre de familia que ocupa el sexto puesto, lucha contra la tos. "Vengo a por un abrigo de mutón monísimo que costaba 40.000 pesetas y se queda en 7.000. Sólo hay dos, pero creo que me tocará", confía. A su lado, Mary Madrid la tranquiliza: "Yo también quiero mutón, pero la chaqueta". Esta mujer, de 59 años, vino con parte de su familia desde Ciudad Pegaso. Expertos en estas lides, se trajeron un termo.

Mary hace cábalas mientras palpa las 20.000 pesetas que lleva escondidas. Al hijo que le acompaña tiene que comprarle unos pantalones de piel y una chaqueta austríaca. Repasa la peletería casera: "Visón, astracán y un traje de cuero que compré en Benidorm". Pero un capricho es un capricho.

Un chaval bromea sobre si comprará o no calzoncillos con música, y un matrimonio de mediana edad da detalles:

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-Yo quiero pañuelos de seda -dice él, Agustín Gómez.

-Pues yo un conjunto rosa. Si no es rosa, no lo quiero, porque es el color de la buena suerte -añade ella, María Moro.

-Y un picardías -sugiere él.

-No hombre, un body de esos rojos, que estás anticuado.

Un poco más atrás, Montse y Susana -madre e hija- aguardan en busca de una de las 60 bicicletas a mitad de precio. "Sí coges sólo el gancho, las rebajas están bien. Si no, acabas comprando muchas cosas que no sirven. Hay que tener cuidado y saber lo que se quiere", explica la madre.

A las 9.45 la impaciencia crece. Carmina calcula que se va a gastar 40.000 pesetas entre la ropa del chico y un reloj y una pulsera de oro para ella. A lo mejor también cae uña vajilla. "No lo veo nada claro", tercia José Carlos Pérez, el último de una cola de unos 200 metros. Quiere un abrigo de visón.

La cuenta atrás ha comenzado. El gerente de la tienda, Ángel Rubio, imparte las últimas instrucciones. Todo el mundo a sus puestos. "Sólo abrimos una puerta para evitar aglomeraciones. A pesar de la crisis, esperamos vender un 17% más que el año pasado", afirma.

A las diez en punto se abre la puerta. Es la operación "pájaro madrugador", como dicen los empleados. El público entra al sprint. Sube las escaleras mecánicas ganando en rapidez a los peldaños.

En la planta de señoras, los visones vuelan. "No me vale, pero no importa. Por 40.000 pesetas me lo arregla mi peletero", afirma una feliz compradora: "¿Mi nombre?. Déjalo en María, que luego todo se sabe".

"Yo creía que esto no era verdad", musita Nely, dependienta novel. Unos metros más allá, sólo tres diamantes -también rebajados- parecen no tener comprador.

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