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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Mareas poco claras

A PUNTO de cumplirse el mes del embarrancamiento del petrolero Mar Egeo en la entrada del puerto de La Coruña todavía quedan demasiadas incógnitas por despejar sobre lo sucedido: no se conoce la cantidad exacta, de petróleo derramada en el mar; no se sabe de quién partió la orden de que el barco entrase en el puerto en una noche de fuerte temporal; sigue siendo un misterio la actuación del práctico, que no estaba a bordo del buque, debiéndolo estar, y, finalmente, tampoco se ha aclarado por qué el Mar Egeo estuvo dos días fondeado a sólo ocho millas de La Coruña sin permiso y sin la preceptiva escolta de un remolcador. Esta situación tan poco definida también se hace sentir en la evaluación de los daños y en la percepción de las indemnizaciones. La manifestación de pescadores y mariscadores de la zona el fin de semana pasado urgía precisamente a su pronta clarificación.Sin duda, todas estas incógnitas serán debidamente esclarecidas en la investigación en curso. Pero cuando se intuye que una catástrofe pudo ser evitada poco consuela conocer a posteriori por qué se produjo; sobre todo si existe el riesgo de que no se saquen todas las consecuencias pertinentes y que, por ello, las mismas circunstancias vuelvan a producir parecidas catástrofes en el futuro. Parecía imposible que tras el accidente M Urquiola, hace 16 años, pudiera repetirse un desastre parecido, pero ha sucedido con la varada del Mar Egeo: practicamemte en la misma zona y es posible que con los mismos efectos dañinos en la economía y en el ecosistema gallegos. Es cierto que en estos años el sistema de seguridad se ha perfeccionado en cuanto a medios y organización. Ello ha hecho que se haya actuado con rapidez frente a la marea negra producida por el Mar Egeo. Cuando se recuerda la mancha de petróleo del Urquiola contaminando durante semanas las costas gallegas ante Ja desidia de las autoridades, reconforta que apenas un mes después del desastre del Mar Egeo la zona del mar afectada esté prácticamente limpia. Claro que ello no quiere decir que el daño en el ecosistema no exista. Está debajo de la superficie y en el aire polucionado con millones de partículas de crudo en suspensión.

Pero con ser fundamental reducir en lo posible las consecuencias, siempre terribles, de los vertidos de ingentes cantidades de petróleo al mar, mucho más lo es, naturalmente, esforzarse en la adopción de medidas preventivas que lo eviten. Es en este ámbito donde suelen situarse la mayoría de los fallos de los accidentes navales que han provocado las mareas negras en las costas atlánticas europeas, principalmente. Y es más que probable que ello haya sucedido también respecto del siniestro del Mar Egeo. Aun admitiendo, como parece, que la causa inmediata fuera un error humano -negligente o no, ya se verá-, es evidente que el desastre no se hubiera consumado de existir una red preventiva de seguridad. En el barco y fuera de él. Desde hace mucho tiempo se viene denunciando la existencia de demasiados buques vetustos o sin medidas específicas de seguridad contra los vertidos de su carga al mar, como la estructura de doble casco o el doble sistema de propulsión en casos de avería grave. ¿Habría vertido su carga al mar si el petrolero hubiera contado con esa protección, por más que su embarrancamiento fuera obra de un error humano? Del mismo modo, es posible que el desastre tampoco se hubiera consumado si los dispositivos portuarios de seguridad marítima para buques que transportan mercancías peligrosas hubieran funcionado mejor de lo que lo hicieron en su momento.

Evitar la catástrofe debería ser el principal empeño, tanto de las compañías petroleras y de seguridad como de las administraciones marítima y portuaria. También es aplicable a las mareas negras lo de que es mejor prevenir que curar.

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