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Reportaje:

El 'Sisophon Express' de Camboya

El viejo tren ha repatriado más de 200.000 refugiados en Tailandia

Juan Jesús Aznárez

El Sisophon Express detiene nuevamente su marcha a 20 kilómetros de Phnom Penh, y de sus destartalados vagones descienden 1.400 refugiados camboyanos, hombres y mujeres que vivieron muchos años en campos de Tailandia porque en su país la guerra y el odio hicieron imposible la convivencia. El viejo tren, que necesita 13 horas para un recorrido de 313 kilómetros, ha repatriado en nueve meses a 205.000 refugiados, que vuelven a casa bajo el amparo del Alto Comisariado de la ONU para los Refugiados (ACNUR), sin que, milagrosamente, se hayan producido graves incidentes.

Ningún familiar espera la llegada del Sisophon Express, y la locomotora, abanderada con la enseña de la ONU, no se anuncia en los andenes de la estación de Samrong, donde 40 camiones en batería esperan el traslado del pasaje a su primer alojamiento. Fueron 370.000 los camboyanos que huyeron del país cuando Pol Pot comenzó en 1975 el genocidio previo al imposible establecimiento de una sociedad agraria.El brasileño Sergio Viera de Mello, director del programa de la ONU, confió en la capital camboyana a este enviado su esperanza en que la mayoría de los exiliados sean repatriados antes de tres meses y puedan participar en las elecciones generales previstas para el próximo mes de mayo. "Milagrosamente no hemos tenido grandes problemas durante los viajes", dice el funcionario, que cuenta con un presupuesto de 116 millones de dólares para cumplir su misión.

No se observan especiales muestras de emoción entre los ocupantes de los 26 vagones: ancianos que perdieron hijos y cónyuges durante las purgas de los jemeres rojos, hombres de mediana edad perseguidos por los comisarios vietnamitas, niños y jóvenes nacidos en el exilio.

"Estoy muy contenta", afirma, casi obligada por la situación, una abuela de 60 años con expresión más amarga que risueña, ya que la paz en esta nación indochina es tan precaria como incierto el futuro de los retornados. Su ambición es trabajar un huerto, tener una casa y, fundamentalmente, localizar a sus tres nietos.

Los refugiados reciben 50 dólares a su llegada a Camboya, la cuarta parte los niños, y son alimentados en tanto no puedan valerse por ellos mismos trabajando en la agricultura o instalando un pequeño puesto.

Dólares y bonos

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Muchos intentan registrar a sus familias una y otra vez para ingresar más dólares y bonos. Una familia con seis hijos podrá sumar 400 dólares, el equivalente a tres veces el salario de una familia de compatriotas residente en el país. Inicialmente se aseguró a cada uno de ellos dos hectáreas de tierra cultivable, pero la promesa no ha podido ser cumplida al ser escasas las parcelas disponibles por diferentes razones: minas, reclamaciones de propiedad, inseguridad, difícil acceso o pobre calidad de los suelos.En el llamado centro de recepción, cercano a la parada del convoy ferroviario, reciben cama y comida 2.000 repatriados. Podrán alojarse en sus dormitorios de madera durante cuatro días y luego serán trasladados en autobuses o embarcaciones a las provincias de origen, incluso aquellas en las que el minado de los campos y carreteras desaconseja cualquier tipo de asentamiento. "No importa que les digamos que hay amplias zonas repletas de explosivos. Todos quieren reunirse con sus familias. Es una constante, y respetamos su elección", agrega Viera de Mello. Aproximadamente 12.000 repatriados se han instalado en territorios controlados por los jemeres rojos, guerrilla que niega su colaboración al proceso de paz.

La reunificación familiar no es fácil. El movimiento migratorio provocado por razones políticas ha sido constante, y miles de camboyanos desconocen el paradero de sus parientes más cercanos.

En la nave principal del centro de acogida de refugiados se exponen fotografías, filiaciones, alias de los desaparecidos, si las tuvieran, y cualquier dato que ayude a su localización. ¿Dónde está mi familia? se titula un folleto con explicaciones sobre los pasos a dar. Tampoco faltan los camboyanos que regresan a su país conscientes de las dificultades, pero esperanzados. "Como refugiado no eres nada, no tienes derechos, ni protección ni futuro", subrayaba una joven que huyó de los vietnamitas.

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