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El desastre agudiza las críticas sobre la escasa seguridad del puerto coruñés

El debate sobre la seguridad del puerto coruñés es una cuestión que aflora cíclicamente desde la catástrofe del Urquiola en 1976. Las voces de protesta han vuelto a alzarse y hasta el Gobierno gallego ha reclamado, en una declaración institucional emitida hace unos días, que se revisen las normas de seguridad para el acceso de buques al puerto.Aunque la refinería de Repsol -que en 1991 recibió cinco millones de toneladas de crudo- se encuentra en las afueras de la ciudad, en una zona de mar abierto, el pantalán de la compañía está en el muelle comercial, lo que obliga a los buques a adentrarse en la ría para poder descargar. El crudo es transportado después a la refinería a través de un oleoducto subterráneo que atraviesa toda La Coruña.

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Si Repsol construyese un nuevo puerto junto a la refinería, los buques ya no tendrían que utilizar el canal de entrada a la ría, la zona más peligrosa para la navegación. Este proyecto es reclamado desde hace años por numerosos colectivos ciudadanos; aunque el alcalde, el socialista Francisco Vázquez, consideró siempre que las condiciones de seguridad estaban debidamente garantizadas. Finalmente, parece que el Gobierno va a estudiar la construcción de un puerto dedicado exclusivamente a la descarga de crudo, según se deduce de las declaraciones del ministro de Obras Públicas y Transportes, José Borrell, el jueves en el Congreso; tras una dura intervención del PP en este sentido.

Promesas incumplidas

También tras el accidente del Urquiola se habían hecho algunas promesas que nunca llegaron a cumplirse. Por ejemplo, las autoridades se comprometieron entonces a construir una torre de control a la entrada del puerto. Nadie se volvió a acordar del proyecto hasta que el petróleo del Mar Egeo ennegreció otra vez las aguas de las Rías Altas.

En cualquier caso, la capacidad de respuesta ante esta nueva catástrofe que mostraron los servicios de salvamento y lucha contra la contaminación era impensable hace sólo dos años. "Cuando lo del Urquiola la gente tuvo que sacar el petróleo del mar con cubos", recuerda un pescador de Mugardos.

En esta ocasión, a las pocas horas del siniestro, más de 6.000 metros de barreras anticontaminantes cerraban las entradas de las rías de La Coruña, Ferrol, Ares y Betanzos. También se colocaron 17 plataformas marinas de succión y desde tierra extrajeron crudo cinco camiones cisterna.

Las barreras fueron muy poco efectivas a causa del mal tiempo. La que cubría la entrada a la ría de Ferrol se rompió dos veces. Aunque los pescadores y los grupos ecologistas critican la poca efectividad de estos métodos, la Dirección General de la Marina Mercante insiste en que, descartado el uso de disolventes, es la única técnica apropiada contra el avance del petróleo.

Lo que casi nadie discute es la rapidez con que actuaron los equipos de rescate para salvar a los 20 tripulantes del buque. Pocos minutos después de su embarrancamiento, tres helicópteros -que entraron en servicio hace dos años- y tres remolcadores estaban ya en la Torre de Hércules. Más tarde, se incorporaron lanchas de la Armada, Cruz Roja y Aduanas.

Esta operación fue posible gracias al nuevo dispositivo de seguridad marítima creado en Galicia tras el sonrojante episodio del embarrancamiento en Finisterre del buque panameno Casón, en diciembre de 1987. El barco estaba cargado con productos químicos que cuando comenzaron a estallar provocaron la huida de sus hogares de miles de personas aterrorizadas ante el anuncio oficial de que se había producido una nube tóxica.

Ahora existe ya un mando unificado, el Centro Regional de Salvamento Marítimo, que ante situaciones de emergencia se encarga de movilizar todos los medios disponibles, aunque pertenezcan a distintas administraciones. Su sede está en una torre de control inaugurada el año pasado en Finisterre.

Pero por mucho que se refuerce la seguridad, las costas gallegas siempre estarán expuestas a un nuevo accidente. Cada día pasan frente a Finisterre cerca de 1.000 buques -es una de las zonas marítimas más transitadas del mundo-, de los que al menos dos admiten transportar petróleo, productos químicos o gas. Este número seguramente sea mayor, ya que no están obligados a identificar su carga ante las autoridades españolas.

En Galicia el mar sólo está en calma 85 días al año. Se calcula que normalmente hay 73 días de mar gruesa y 157 de fuerte marejada. Según un estudio de la Universidad de La Coruña, en los últimos cinco años se han producido en esta costa 549 siniestros marítimos con 334 muertes.

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