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Liberados de la cárceles de Obiang

"Lo único que querían era molernos a palos", dice uno de los detenidos en la última redada contra la oposición guineana

Algunos detenidos llegaron a la Dirección de Seguridad de Malabo en taxi. No había lecheras suficientes para el centenar de víctimas de la redada con que el régimen de Teodoro Obiang castigó a la población guineana el pasado día 17. "A medida que llegábamos, nos desnudaban y, tumbados sobre el suelo, empezábamos a recibir los gomazos en las plantas de los pies". Éste es el relato de Eusebio Abaga, uno de los ocho guineanos que el sábado tuvieron la suerte de ser liberados del infierno. Le duele todo el cuerpo. Pero no tanto como a su hermanito, el sacerdote Luis María Ondó Mayé, para el que los médicos aconsejan el traslado al hospital de Duala, en el vecino Camerún. España ha ofrecido transporte aéreo para él y otros dos compañeros de tortura. Falta la autorización de salida del Gobierno guineano.

"Me duele el pecho y tengo los pies llenos de ampollas de los gomazos que me dieron en las plantas de los pies", explica por teléfono, desde su casa en Malabo, Eusebio Abaga, ex embajador guineano en Moscú y ahora militante del partido opositor Unión Popular. Cuando empezó la pesadilla estaba a punto de comenzar el almuerzo junto a su hermanito -como se denominan en Guinea a los parientes muy próximos-, el sacerdote Luis María Ondó Mayé. "Tres coches de la policía se plantaron delante de la casa. Sin mediar explicación, nos metieron en uno de ellos, que estaba a rebosar de detenidos", explica, y subraya que "el padre Luis no tiene otra militancia política que la defensa de los derechos humanos en sus homilías".Otro sacerdote, Pedro Ncogo, fue detenido en su parroquia cuando estaba de catequesis. "Para justificar su acción dicen que lo cogieron en la manifestación de estudiantes que se había celebrado por la mañana, pero es mentira", añade.

Según explica Abaga, los médicos que los han visitado tras su liberación el sábado consideran que el estado de salud de Luis "es precario y que hay que sacarlo de Malabo urgentemente", junto con otros dos compañeros de prisión. Indica que las autoridades les han concedido "la libertad condicional y vigilada, con prohibición de salir al extranjero".

No hubo acusaciones ni interrogatorios en la redada del jueves. "Sólo querían molernos a palos", dice Abaga al continuar su relato. "En cuanto llegábamos nos desnudaban a golpes, nos echaban al suelo boca abajo y nos suministraban unos cincuenta palos en cada una de las plantas de los pies. Los golpes caían también sobre el resto del cuerpo. Tres o cuatro esbirros se encargaban con sus porras de cada uno de los detenidos, a medida que iban llegando a la nave. Si uno de ellos se cansaba de dar golpes, otro compañero le sustituía en la faena. Cuando el cansancio comenzaba a apoderarse de nosotros, nos echaban agua fría para despertarnos y seguir con el martirio".

A su lado, Abaga vio cómo su hermanito perdía el conocimiento. "Ni siquiera entonces cesaron los golpes", dice. "Nosotros estábamos en la nave de los llamados dirigentes de la oposición. Llegamos a contar al menos 62 presos con sus nombres y apellidos", dice.

"Vas a morir aquí"

Otro detenido del ala política, Miguel Esono, coincide en el relato de su compañero. "Mientras me palizaban el primer día de detención, uno de los esbirros me dijo: 'Tú vas a morir aquí'. Pensé que podía ser cierto", explica. Esono es militante de Acción Política y forma parte del grupo de guineanos que han regresado recientemente del exilio para participar en la apertura democrática.Para él, lo peor "fue la sensación de impotencia ante el desorden y contradicciones con que los carceleros ejecutaban las consignas de sus superiores. "Uno ordenaba cuarenta gomazos, pero, como no saben contar, los otros siempre nos aplicaban unos veinte más. Yo los contaba uno a uno y era terrible, porque, cuando creía que ya tocaba el último, entonces caían los de propina", dice.

"El viernes por la noche nos sacaron al patio a ocho de nosotros, los dos curas y seis opositores. Pensé que iban a ejecutarnos. Allí estaba el hermano del presidente y responsable de la Seguridad, Armengol. Nos dijo que había recibido una carta del arzobispo pidiendo la liberación de los dos sacerdotes y que, debido a las buenas relaciones que siempre ha habido entre el Estado y la Iglesia, iba a negociar con el ministro de Administración Territorial su liberación y la de los otros seis. Cuando se fue, el secretario de la Seguridad, Manuel Nguema, ordenó que nos dieran otros cincuenta gomazos de despedida. Esta vez en el trasero", continúa Esono. Cuando dos horas más tarde emprendieron el camino hacia sus casas, a sus espaldas oyeron los gritos de los compañeros, para los que continuaban las torturas.

Por otro lado, el comisario de Cooperación y Desarrollo, Manuel Marín, propondrá en los próximos días la suspensión de la cooperación comunitaria con Guinea Ecuatorial, a la vista de la persecución a la que se ve sometida la oposición en este país, informa

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