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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La opción de Rabin

LA DECISIÓN del Gobierno israelí, adoptada ayer, de ordenar la deportación hacia Líbano de 418 palestinos acusados de pertenecer a la organización integrista Hamas -tras la confirmación del Tribunal Supremo- es, como señaló un portavoz de la OLP, "el mejor regalo que el Gobierno de Rabin puede hacer a los extremistas y a la continuación de la violencia". Naturalmente, como ya habían advertido, la delegación palestina y el resto de las delegaciones árabes de la séptima ronda de negociaciones con los israelíes en Washington abandonaron la misma en señal de protesta. Los únicos que pueden estar satisfechos en la actualidad son, precisamente, los extremistas más radicales de las dos partes en conflicto.El origen próximo de la nueva situación surge tras el asesinato del sargento Nisim Toledano por el grupo islámico integrista Hamas. Los partidos de derecha aprovecharon el momento para acorralar al Partido Laborista y exigir medidas contra la población árabe que harían imposible proseguir las reiniciadas conversaciones de Washington. En esta situación, y acosado por fuertes presiones, el primer ministro Isaac Rabin ha definido su política en dos puntos: represión implacable del terrorismo y proseguir al mismo tiempo con el deseo de avanzar en la negociación con la representación palestina, lo que cada vez resulta más difícil.

Sin embargo, el asesinato de Toledano no ha sido un hecho aislado. Refleja el reforzamiento entre los palestinos de los territorios ocupados del movimiento islámico integrista, Hamas -con estrechos lazos con Irán- en detrimento de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Pero el hecho realmente grave es que Hamas está extendiendo las formas de lucha violenta, uso de armas, ataques individuales, explosión de coches, todo aquello que facilita y potencia el deterioro de la situación en los territorios ocupados; incluso la amenaza de que la Intifada, levantamiento popular, se convierta más y más en un movimiento de guerrilla urbana. Tal evolución es nefasta, en particular porque ofrece una justificación a la derecha israelí para presionar sobre el Gobierno y exigir que desaparezca de la perspectiva política la idea de permitir a los palestinos que administren por sí mismos los territorios de Gaza y Cisjordania. Los dos extremismos -el israelí y el palestino- son enemigos implacables de palabra; de hecho, coinciden en el objetivo de impedir que prosperen las negociaciones de Washington.

En ese marco, Rabin ha realizado detenciones masivas y ha anunciado el propósito de deportar a más de 400 palestinos por el hecho, simplemente, de que se encuentran bajo sospecha de que puedan ser simpatizantes de Hamas.

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El hecho represivo de expulsar a 418 palestinos por estar bajo sospecha de ser simpatizantes de Hamas no sólo niega principios básicos del derecho, sino que tiene efectos contraproducentes para los objetivos que Rabin dice defender. Su resultado no es golpear. al terrorismo, sino la unión de todas las fuerzas palestinas para defender a las personas amenazadas de ser expulsadas de su patria. A ello se agrega el caso de Taher Shriteh, un periodista de Gaza colaborador de Reuter y del diario británico Financial Times, encarcelado por simples sospechas, lo que ha provocado fuertes protestas de los medios de comunicación.

Con esta actitud, Rabin da la impresión de que se olvida de algo esencial: la política de Israel en los últimos años (y de ello no se le puede culpar a él, que lleva seis meses en el poder) ha errado por completo sobre el enemigo que debía combatir. Con la obsesión de debilitar a la OLP, cerró los ojos y facilitó el surgir de Hamas. No supo apreciar el viraje de la OLP en 1988, cuando reconoció el Estado de Israel y renunció a los métodos violentos y terroristas. Hoy Rabin debería comprender que los métodos de represión indiscriminada sirven más bien para reforzar el terrorismo. Precisamente lo que Israel desea prioritariamente evitar. En realidad, si Hamas tiene hoy un peso indiscutible en lugares donde hace unos años la hegemonía de la OLP era total, ello se debe en gran parte a que las negociaciones de paz, iniciadas en Madrid en octubre de 1991, no dan ningún fruto. No ha cambiado en nada la situación de los dos millones de palestinos de Gaza y Cisjordania.

Por otra parte, es significativo que en el seno del propio Gobierno israelí haya surgido la propuesta de una retirada unilateral de la banda de Gaza. Por complejo que sea materializar tal idea, no cabe duda de que Israel necesita dar pruebas, sobre el terreno, no de su capacidad represiva (eso lo lleva haciendo muchos años, y ayer dio una nueva prueba), sino de que está dispuesto a desbloquear una situación imposible.

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