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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Rostros de la bestia

Después de tanto escrito sobre el sexo de los ángeles y otras clintomanías varias, conforta que al guien se ocupe de la Europa acuciante: Sarajevo, Alberto Oliart, EL PAÍS, 16-11-92.Los dramas bosnio y somalí van percibiéndose cada vez menos como noticia. Tanta pluma brillante de súbito parece haber perdido interés por esa colección de rostros y cristales rotos. Es de agradecer, pues, que el señor Oliart se arriesgue a ser tomado por un intervencionista o un incauto a raíz de su lúcido y sentido artículo. El gran Pentágono y los otros pentágonos pequeños del quiero y no puedo tienen sus expertos. Especialistas en transgredir la ética en nombre de realidades políticas. De discernir, tocados de alguna alta sabiduría, entre la bondad de enterrar hombres en las arenas de un desierto y la inconveniencia de crear zonas de seguridad en la antigua Yugoslavia. Ante esos estrategas del cálculo, bondadosos con el nuevo fascismo, cabe oponer escritos como el del señor Oliart y la memoria histórica de cualquier ciudadano sensible.

Mi memoria presencial del fascismo franquista se reduce a sus últimos 15 años. La de lo! años previos y la del gran fascismo se nutre de historias vividas por otros. Recuerdos de supervivientes a los que yo conocí, cine y literatura han ayudado a tamizar en mí una apreciación histórica de la Europa de esos años treinta y cuarenta. Poco realista tal vez en sus decorados, pero real por lo vívida. Esa sensibilidad hacia la época la constituye un conjunto de imaginadas escenas de las que entresaco la siguiente: pulcra charla entre atildados ingleses de clase media. Sobre la mesa, un ponderado periódico ponderando sobre el prime minister Chamberlain y su "it is peace for our time". En el mismo diario, una guerra salvaje, librada en España por bandos implacables. Entre los contertulios, algún comentario sobre el buen juicio anticomunista del general rebelde Franco. Un suave aroma a buen tabaco y té. Una distancia amable al juzgar la barbarie. La displicencia del que se sabe lejos. Pocos años más tarde, en el mismo lugar, el aroma y la charla son sólo nostalgias. Los aviones que demacraron la lejana España atormentan ahora Inglaterra.

En la Europa de los comerciantes hay quien, como Oliart, no quiere ser tolerante con las guerras sucias de cualquier nazismo. En aquella indolente isla, Bertrand Russell, pacifista entre prudentes de salón, hizo lo mismo. También entonces, un joven George Orwell llegó incluso más lejos; quiso combatir in situ al fascismo y vio de cerca los incesantes rostros de la bestia.-

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