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Tribuna
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Expansión

Tengo la sospecha de que Argentina está sirviendo de banco de pruebas para algo. El problema es que ignoro de qué se trata. Cada vez que llego a aquel país, España se encuentra afanada en proporcionarle novedades. Primero se quedó Telefónica con la red de allá, y para qué les voy a comentar la tremenda merma que, para nuestra fama de europeos altamente tecnificados, supusieron los jacarandosos problemas de ajuste. Luego le tocó a Iberia hacerse con Aerolíneas, y creo que desde entonces todo el mundo usa Varig para viajar, que además de ser una compañía brasileña con aeromozos /as amables y de ofrecer barra libre, mantelitos de tela y copas de cristal -en turista: una clase en la que, prácticamente, Iberia ya sólo te escupe gratis-, llegan a su hora y, si llueve, fastuosos morenazos con paraguas de colores te protegen de la inclemencia torrencial.Por fin, leo en los papeles que De la Quadra y Asunción se han ido a aquel país para arreglar el asunto de construirles cárceles, dicen que para mejorar sus instalaciones penitenciarias. Y una de dos: o son las prisiones argentinas onda el Conde de Montecristo, o estamos hablando de un negocio de tres pares de narices. O ambos asuntos a la vez.

Cabe otra posibilidad, y es que nuestros próceres carcelarios, llevados de un afán compulsivo de edificar penales sea como sea, estén intentando sacarse la frustración que aquí les produce la oposición de los futuros vecinos -Soto del Real, etcétera-, entregándose a la producción masiva de penitenciarías estén donde estén.

La verdad es que no se puede pedir más coherencia en nuestros dirigentes. Empezamos mandándoles camadas de expertos en transición para que les aleccionaran, y ahora, por un dinerillo, les ponemos las rejas. Digo yo que podríamos regalarles a Corcuera. Ché, boludo.

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