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MÉXICO

Triunfó Mariano Ramos

Mariano Ramos tuvo una actuación de tronío, cuajando tres faenas de escándalo a auténticos toros con fiereza y casta. Toreó mano a mano con José Mari Manzanares, al no autorizar el médico de plaza actuar al anunciado Jorge Gutiérrez por presentar un shock anafiláctico complicado con gastroenteritis.Manzanares sólo tuvo detalles de finura con su primero, un veleto astifino sin fuerza pero noble. A su segundo, que cargaba siete yerbas, le instrumentó ajustadas chicuelinas, aunque después lo cornipaso del astado gazapón le impresionó y lo lidió con reposo pero tan alejado del animal, que el respetable se molestó y no lo tomó en serio. Ante el soso tercero fracasó, por no quedarse quieto a lancear y permitir que el picador quebrantara al burel. El diestro alicantino no lo quiso ver, despachándolo sin trastearlo. Al terminar el festejo, Manzanares fue abucheado y salió bajo una lluvia de almohadillas.

Llaguno / Manzanares, Ramos

Toros de José Julián Llaguno e Ibargüengoitia, cinqueños, cuajados con arrobas y cornamentas; de casta y bravura desigual.José Mari Manzanares: estocada honda caída y rueda de peones (palmas); media estocada tendida, rueda de peones y tres descabellos (silencio); media tendida y rueda de peones (bronca). Mariano Ramos: estocada honda tendida y rueda de peones -(oreja); pinchazo, otro hondo, rueda de peones y dos descabellos (ovación y salida al tercio); estocada honda y rueda de peones (dos orejas). Monumental Plaza México, 29 de noviembre. Tres cuartos de entrada.

Con el segundo del festejo, un bovino de nombre Marqués, de 536 kilos, y de bravura picante, Mariano Ramos se entregó y dio una cátedra de buen lidiador. Lo toreó en el anillo cargando la suerte con suavidad y gusto, que transmitió al tendido. Al cuarto, una bestia clara de 546 kilos, lo lanceó con aterciopelados mandiles y chicuelinas antiguas que destilaban ritmo y plasticidad. Con la pañosa dio una lección de dominio y de cómo sujetar a un toro suelto, y le enjaretó una faena con esencia muy larga, por lo que no acertó con el acero. Con el que cerró plaza, alegre y de buen son, realizó una labor completa. El morlaco empezó a quedarse en su recorrido por su excesivo peso, pero a base de consentirlo, logró Ramos que se le entregara, de manera que terminó el toro comiéndose el engaño. Entonces el espada de La Viga bordó. el toreo y cuajó otra vez en los medios, con profundidad, una faena clásica, redondeando así una gran tarde, entre los olés interminables de los emocionados 35.000 espectadores asistentes a la corrida.

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