Los madrileños gastan en juego 370.000 millones, más que todo el presupuesto del Ayuntamiento
Sobre amores no hay datos, pero los de¡ juego son abrumadores: los madrileños gastaron 370.417 millones de pesetas en probar suerte durante 1991. La cantidad supera claramente los 330.000 millones que tendrá el Ayuntamiento de la capital como presupuesto en 1993. La cifra, que ha ido creciendo cada año, sitúa a esta comunidad en la cabecera del juego en España. Los ciudadanos de la región, que estos días desembolsan 40.000 millones para la lotería de Navidad, prefieren sobre todo el bingo, aunque no olvidan el amoroso acecho de las 38.762 tragaperras instaladas en su territorio.Madrid, rompeolas de todos los-sorteos. Antonio Machado podría rehacer así el verso sin miedo a equivocarse. Los 4,9 millones de habitantes de esta comunidad autónoma son los reyes del juego de azar, a buena distancia de otras regiones que, en varios casos, disponen también de rifas autonómicas.
El dinero que gastaron en buscar la suerte en 1991 es más que el presupuesto que tendrá el Ayuntamiento de la capital para pagar a casi 20.000 funcionarios y atender las necesidades de los vecinos en 1993.
107 bingos
Las bolitas del bingo gozan de preferencia absoluta: 107 salas -una de cada seis existentes en España- dan fe del éxito de este juego, que explota la inicia tiva privada. En 1991, los madrileños se gastaron en ellas 152.304 millones de pesetas, un 32,3% más que el año anterior, según los, datos de la Comisión Nacional del Juego. Su más di recto rival, la Comunidad Va lenciana, invirtió 89.593 millones.
Cualquier tarde, la realidad avala los datos. La sala de bingo del barrio de Argüelles está a rebosar, sobre todo de mujeres de mediana edad y, en me nor medida, hombres jubila dos. "Tenemos una media de 1.150 jugadores diarios, y el gasto medio es de 8.000 pesetas cada uno. Entre el 10% y el 15% de nuestra clientela viene 15 días al mes", explica el jefe de sala, que pide anonimato para él y para el establecimiento.
Este profesional, con 12 años de experiencia en el sector, disculpa la asiduidad de la clientela: "Hay que pensar que, a ciertas edades, no hay tantas alternativas de ocio".
Mientras el público sigue con los ojos clavados en el cartón, Emilio Redondo se instala en la puerta del bingo con sus tiras de cupones de la ONCE. "Aquí las vendo todas. Juego llama a juego", sentencia.
No le faltan motivos. El azar diario del cupón pro ciegos también tiene buen número de adeptos: los madrileños destinaron 35.932 millones de pesetas a probar suerte con el cupón en 1991. "Este año será más", predice un portavoz de la Organización Nacional de Ciegos.
Después del bingo, la lotería nacional tiene un buen pellizco, sobre todo en estas fechas. Los madrileños gastaron 91.915 millones de pesetas en sus sorteos durante 1991. Como es tradicional, los décimos más deseados son los del sorteo de Navidad. Para la próxima cita, el 22 de diciembre, se espera un gasto de 40.000 millones, según el Organismo Nacional de Loterías y Apuestas del Estado. También se tienta la suerte en otros sorteos dependientes de la Administración central: 25.581 millones de pesetas invertidos en Lotería Primitiva, y 6.851 en Bonoloto. La quiniela futbolística rozó los 5.000 millones (4.977).
Sumados todos estos juegos estatales, que proporcionan sustanciosos ingresos a la Hacienda pública -nutrida también de los juegos privados-, los madrileños siguen a la cabeza: el año pasado se dejaron en ellos 129.324 millones, según datos del Organismo Nacional de Loterías. La segunda comunidad en gasto fue Cataluña, con 104.893 millones de pesetas para una población superior en más de un millón de habitantes.
Sin embargo, en el mundo del juego se escuchan quejas. El optimismo de la Organización Nacional de Ciegos o de las loterías estatales contrasta con los tintes negros que pintan los empresarios de tragaperras. "El negocio va a menos por culpa de las restricciones legales y la presión fiscal", advierte Ricardo Blanco, de la Asociación Nacional de Empresarios de Máquinas Recreativas.
Menos tragaperras
En la región no faltan tragaperras para probar la suerte: hay 38.762 máquinas con premio (1.903 menos que en 1990). La recaudación media ha subido a 1.225.000 pesetas por año, aunque también ha crecido el impuesto que paga cada artefacto.
A la vista de estos datos, se estima en 43.607 millones de pesetas anuales lo que los madrileños echan por la ranura de estos ingenios, ahora limitados a dos por bar.
En comparación con lo que mueve el juego menudo -al que pueden sumarse los 382 millones que recaudó la quiniela hípica-, la ruleta parece una anécdota que exige llevar corbata y pagar entrada. En la región existe un solo casino, Gran Madrid. Sus 524.123 visitantes de 1991 se dejaron allí 8.868 millones de pesetas.
La fiebre del azar sigue. De lo que mueven los garitos ilegales o las timbas de amigos no hay datos. Mientras, los madrileños se juegan legalmente más de la mitad del presupuesto del Gobierno regional, que el próximo año rondará los 500.000 millones de pesetas. El Ejecutivo autonómico, sin competencias de juego, tampoco proyecta campañas educativas sobre sus riesgos. Como consuelo queda el refrán: afortunado en el juego, desafortunado en amores. O viceversa.
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