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Tribuna
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El 'pub'

Ocho pingüinos que cobijan bajo el ala otro tantos barriles de cerceza coronan la. fachada del pub de Santa Bárbara. Los barriles están sellados con la cruz blanca sobre fondo rojo que dio nombre y emblema a una fábrica de cervezas que abrió su primer despacho, muy cerca de aquí, en 1815. Años más tarde, aprovechando la bien merecida fama de la cerveza de la Cruz Blanca y la proximidad de su fábrica, se inauguraría en la calle de Fernando VI la primera sucursal, un curioso edificio de dos plantas que en 1969 se transformaría en pub.

El de Santa Bárbara fue el pub por antonamasia de los primeros años setenta. "Quedamos en el pub", decían los progres de entonces, y los iniciados comprendían inmediatamente que se trataba de éste, un local que ha permanecido fiel a su decoración y a su clientela a través de los años.Ambiente para la tertulia

El pub ofrecía y ofrece un confortable y neutro decorado inglés, un marco apacible y propicio para la tertulia y para la conspiración, un ambiente discreto donde se amansaban británicamente las estentóreas voces de los conjurados ibéricos que transformaban sus gritos en susurros y hablaban para sus barbas salpicadas de espuma. En el pub se reunían los abogados laboralistas para consolarse, darse ánimos e intercambiar informaciones sobre su arduo e ingrato oficio frente a los magistrados franquistas. En el pub se citaban directores y actores del cine y del teatro para brindar por sus volátiles proyectos y quejarse de los azotes de la censura. En el pub se citaban sindicalistas y estudiantes, feministas y agentes de paisano de la Brigada Político Social con la oreja puesta en las tertulias.

Un chiste de la época contaba el susto de un progre de provincias que a los pocos minutos de hacer su primera entrada en el pub observaba la frenética desbandada de los clientes, hacia la calle, alertados por una voz anónima. Solo y abrumado, el progre provinciano preguntaba con voz temblorosa a un camarero: "¿La policía?", y éste le respondía lacónico: "No, la grúa".

La grúa ya no altera la animada quietud del pub de Santa Bárbara, aunque algunos viejos clientes, explica el encargado, han dejado de venir, sobre todo los fines de semana, cuando aparcar en la zona resulta imposible.

La mayor parte de los camareros ya estaban en sus puestos en 1969, y testifican que en los años setenta recalaron allí casi todos los que luego serían altos cargos y ministros socialistas, diputados de izquierdas, "y también del centro", subraya el encargado, celoso de la estricta neutralidad del establecimiento, que lapidariamente afirma "Aquí se hizo la transición".

Los ministros han dejado de venir, pero quizá vuelvan cuando dejen de serlo, porque la puerta del pub, que jamás ha sido guardada por cancerbero alguno, deja paso casi todos los días a ex clientes nostálgicos que buscan el reconocimiento de los camareros, 20 años después y con la barba rasurada.Políticos y altos cargos

Hoy como ayer, Cristina Almeida seguirá contando aquí, con singular gracejo, los malos tratos de la policía antidisturbios; ni para la una, ni para los otros, pasan los años. Cristina Almeida y Pablo Castellanos siguen fieles al pub, por aquí se descuelga de vez, en cuando Joaquín Leguina, y altos cargos de incógnito añoran en los rincones sus arrestos de antaño y remueven el poso de sus ideales con la cucharilla del café, tratando de no hacer ruido para pasar inadvertido.

Hace años, décadas, que Liberto el profeta no utiliza las mesas del pub como tribuna o púlpito para sus generosos e iluminados discursos. Hace años, décadas, que la policía no irrumpe en el local exigiendo la documentación a la. clientela. Hace años, décadas, que los fachas no queman ni apedrean la cercana librería Antonio Machado.

Desde hace años, décadas, el pub de Santa Bárbara guarda detrás de sus vidrieras un reducto idóneo para el diálogo, la controversia y la confidencia, aunque ahora se ligue menos que antes, según la autorizada opinión de uno de los clientes más adictos a su barra.

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