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La nueva vida de Rigoberta Menchú

El Nobel de la Paz abre puertas a la lucha de esta dirigente campesina guatemalteca

Rigoberta Menchú estuvo ayer en España. Su atuendo de campesina quiché, una etnia indígena de Guatemala, puso una nota de color y de alegría en medio de los trajes oscuros de la Moncloa cuando la recibió el presidente del Gobierno español, Felipe González, a quien ella todavía no conocía.La vida de Rigoberta ha sufrido un cambio vertiginoso. Esta dirigente campesina luchaba duramente -hasta hace poco sin demasiado éxito- para que el mundo se acordara de su país, martirizado por la violencia pero olvidado de todos. Ahora ve cómo desde que recibió hace unas semanas el Premio Nobel de la Paz, los principales dirigentes del mundo le abren sus puertas y los periodistas hacen cola para entrevistarla. En una gira europea de apenas 10 días acaba de entrevistarse sucesivamente con el Papa, el primer ministro italiano, el presidente francés y el jefe del Gobierno español.

Rigoberta Menchú quiere sacar provecho de esta coyuntura excepcional. "Antes, es como si nuestros desaparecidos y nuestros cementerios clandestinos de víctimas de la represión no eran noticia", dice. "Nos hemos sentido bien solos cuando luchábamos por los derechos humanos. Hoy, espero que este premio sirva para que el mundo se preocupe por fin por mi país, y que no sea sólo un impulso momentáneo, vinculado a la actualidad".

"Es un regalo de los dioses", exclama cuando habla de este famoso premio que ella recogerá el próximo 10 de diciembre. "Ha creado en el pueblo de mi país una expectativa sin precedentes que no podemos frustrar: la de que se puede por fin llegar a la paz. Es el mensaje que estoy llevando conmigo a los países donde viajo, con el fin de que la comunidad internacional presione para reactivar el proceso de negociaciones", (entre el Gobierno y la guerrilla).

"Lo importante para mí es materializar en iniciativas concretas esta atención que hoy nos presta el mundo gracias al mío", afirma. Habla de los proyectos que quiere llevar a cabo, sobre todo del que llevará el nombre de su padre, muerto en el asalto del Ejército a la Embajada española en Guatemala: la Fundación Vicente Menchú. "Quiero que el nombre de papá no sea sólo un nombre simbólico, el de alguien que luchó durante años para defender a su gente. Quiero que sea un nombre que signifique una acción concreta. Los indígenas son lana gente con un gran capacidad autodidacta. Queremos apoyar concretamente sus iniciativas". Y Rigoberta se emociona al añadir: "A papá le habría gustado".

Por el momento, Rigoberta Menchú piensa seguir viviendo en México, aunque espera realizar viajes más frecuentes a su país, si su seguridad allí está asegurada. "Espero poder un día llevarme conmigo a mi país la medalla del Nobel", afirma, "pero sólo será posible cuando los derechos humanos hayan mejorado de manera sustancial. Y todavía falta bastante para llegar a ello".

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