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200 millones de personas morirán de hambre, según Médicos sin Fronteras

Milagros Pérez Oliva

Doscientos millones de personas morirán de hambre de aquí al año 2000, la mayoría en África, a causa de la hambruna que se extiende rápidamente por el continente, según la organización humanitaria. Médicos sin Fronteras, que ayer presentó en Barcelona el libro Poblaciones en peligro, en el que se recogen datos sobre la crítica situación en que se encuentran poblaciones enteras afectadas por guerras y desastres. Los responsables de la organización criticaron ayer "la hipocresía de los países occidentales, que ni cumplen ni hacen cumplir los convenios internacionales que han suscrito".

El libro, editado en lengua inglesa y francesa y pronto también en castellano, recoge únicamente las 10 situaciones que Médicos sin Fronteras considera de mayor gravedad y que amenazan gravemente la pervivencia de las poblaciones implicadas: azeríes y armenios, bosnios, kurdos, mozambiqueños, peruanos, rohingyas, somalíes, esrilanqueses, sudaneses del sur y tuareg. No son los únicos conflictos, pero sí los más dramáticos.El libro será entregado a los gobiernos y organismos internacionales: "Se trata de un llamamiento destinado a movilizar tanto la inteligencia y la voluntad de comprender, como la capacidad de indignarse y actuar", dice, en su presentación, Rony Brauman, presidente internacional de la organización.

Hipocresía de los gobiernos

Guerras y hambrunas, o ambas cosas a la vez, son las espadas aniquiladoras que se ciernen sobre esas poblaciones "ante la pasividad y la hipocresía de los gobiernos occidentales, que han suscrito los convenios internacionales de Ginebra sobre derecho humanitario y ni los cumplen ni los hacen cumplir", dijeron ayer Pedro Barrios y Josep Vargas, presidente y director, respectivamente, de Médicos sin Fronteras en España. Ambos criticaron la "utilización demagógica de las cifras sobre ayuda humanitaria por parte del Gobierno español, que en realidad cada vez dedica menos a programas de ayuda".El caso de Bosnia es el ejemplo más palpable de esa hipocresía, según Vargas, y de cómo los gobiernos europeos, tan próximos al conflicto, "se escudan en la ayuda humanitaria y despliegan una gran actividad para hacerla llegar a su destino, cuando en realidad toda esa actividad no es sino una coartada para ocultar su pasividad política". Otros conflictos igualmente patéticos pasan desapercibidos, y ni siquiera queda para ellos el recurso de la denuncia en los medios de comunicación. Es el caso del sur de Sudán, donde 600.000 personas han muerto ya, de una población total de seis millones, víctimas de la persecución étnica.

Treinta millones de personas se encuentran en estos momentos desplazadas de sus tierras de origen por distintos conflictos bélicos, algunas de ellas refugiadas en países lejanos, sin una cobertura suficiente de sus necesidades vitales y con la incertidumbre como único horizonte.

La ayuda humanitaria que canalizan las organizaciones no gubernamentales como Médicos sin Fronteras encuentran cada vez más dificultades para llegar a la población de destino, pues los conflictos se agudizan y se plantean como objetivo a la población civil. Dos enfermeras de la organización resultaron heridas en Bosnia al ser atacado un convoy sanitario. La existencia de bloques antagónicos encauzaba los conflictos en el pasado en torno a dos ideologías o grupos de intereses, pero la caída del muro de Berlín y el fin de la guerra fría han dado lugar a una eclosión de conflictos, guiados por intereses de signo nacionalista, que está provocando, según Josep Vargas, un creciente recurso a la crueldad contra la población civil y una escalada de violencia que se aleja cada vez más de cualquier racionalidad política. Las organizaciones no gubernamentales son contempladas cada vez más como un testigo incómodo de la barbarie.

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