Soberanía limitada
EN UN referéndum celebrado anteayer, la ciudadanía panameña derrotó un proyecto de reforma constitucional destinado a revitalizar y democratizar la vida política del país. Paradójicamente, han sido las fuer zas democráticas las que han constituido el núcleo del no (más del 63% contra el 31 % de síes y una estrepitosa abstención del 60% de los panameños), impidiendo con ello, entre otras cosas, la cristalización de una de las demandas más progresistas que se puedan dar en la vida política y social moderna: la abolición del Ejército.Todo es paradoja en Panamá: el Ejército ha sido, al tiempo, instrumento modernizador y fuerza política única y autocrática; ha sido sucesivamente la base de sustento de una fuerte personalidad progresista -el general Torrijos- y el juguete de un narcotraficante corrompido -el general Noriega-, y ha sido criatura y, a la vez, único freno al control ejercido por las Fuerzas Armadas de Estados Unidos estacionadas en el Canal. Y, de todos modos, había dejado de existir después de la Operación Justa Causa, lanzada contra el país por el presidente Bush en diciembre de 1989.
Se trataba de introducir 57 reformas a la Constitución promulgada en 1972 por el general Torrijos, es decir, de que se aprobara en la práctica un nuevo texto. Guillermo Endara, el colorista presidente de Panamá (surgido tras la disputada elección presidencial de 1989, que ganó con pucherazo el candidato del dictador Noriega para luego perderla como consecuencia de la invasión norteamericana de diciembre de 1989), había prometido ya en marzo de 1990 que. sometería sus propuestas a referéndum. -El no, como sucede con frecuencia en este tipo de consultas, ha sido un duro rechazo a su forma de gobernar, a la depresión económica, a la corrupción y a la incapacidad de su Gobierno. Y es una vez más paradójico que los mayores vencedores del no hayan sido el Partido Revolucionario Democrático (el PRD del general Torrijos, hecho de. marxistas y democristianos y liderado por el candidato derrotado de los comicios de 1989) y un pequeño Frente Nacional por el No (Freno), integrado por abogados e intelectuales.
Concluido el referéndum, todos están de acuerdo en que Panamá necesita de todos modos una nueva Constitución que sea menos militarista, con menos guiños a poderes fácticos y menos resquicios para la trampa. Para ello será necesario convocar una Asamblea Constituyente, probablemente antes de las próximas elecciones presidenciales de 1994. Están de acuerdo el PRD y el Freno desde la oposición, y el Partido Demócrata Cristiano (PDC), que es uno de los socios de la coalición en el poder. Y esto no es paradoja; es sencillamente que Panamá necesita emprender un nuevo camino para el que no son válidos parches constitucionales.Se debe reconocer a los panameños el derecho a tener una oportunidad de decidir sobre su futuro en paz y libertad. Y el resultado de la consulta del domingo, la primera realizada en libertad desde 1968 (año en que Arnulfo Arias fue reelegido presidente sólo para ser derrocado a los 11 días por Omar Torrijos), no puede ser más expresivo.
No se entiende bien por qué para ser buen estadista en Panamá es preciso además ser un excelente técnico en esclusas. Torrijos consiguió que Washington se comprometiera a devolver la soberanía y administración del Canal a Panamá. Ahora es preciso que ello ocurra sin que Washington se empeñe en seguir determinando el futuro de esa soberanía y controlando sus manifestaciones como sí el país siguiera siendo el protectorado que dejó de ser en 1939.
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