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Los 'señores de la guerra' destruyen las esperanzas de paz, para Somalia

Equilibrio tenso. Confusión absoluta. En tales términos definen las organizaciones humanitarias la situación en Somalia, donde alrededor de 500 personas mueren cada día por hambre y heridas de bala. Los combates son esporádicos, pero los jefes de los clanes, los señores de la guerra, continúan jugando desde sus feudos una lenta y siniestra partida para hacerse con el poder.

La combinación de guerra civil y sequía ha causado ya, según Naciones Unidas, 300.000 muertos en los últimos 18 meses. Un cuarto de millón de personas podría fallecer antes de fin de año.Hasta ahora, el destino de la guerra parecía reducirse al duelo entre dos hombres del mismo clan, el hawiye, que, bajo unas mismas siglas, las del Congreso de Somalia Unida (USC) encabezaron el derrocamiento de Siad Barre: Mohamed Alí Mahdi, hombre de negocios de la capital, aupado a la presidencia del país por su subclan, el abgal, y el general Mohamed Farah Aldid, ex jefe de la policía somalí, del subclan habr gadir. El primero se atrincheró en el norte de Mogadiscio. El segundo se adueñó de las tres cuartas partes de la ciudad y del territorio circundante por el sur y el oeste.

La capital somalí, reducida a escombros, se ha convertido en un desmadejado tablero de ajedrez. Tras casi un mes de una tranquilidad relativa, se han registrado fuertes combates en el norte en los últimos días. Algunas fuentes hablan de incursiones de los hombres de Aidid. Otras sugieren enfrentamientos entre los propios subclanes que apoyan a Mahdi. El resultado es que en estos momentos no se puede cruzar la línea verde que divide ambas partes de la ciudad. "Resulta absurdo, pero para recorrer el kilómetro que separa el sur del norte he tenido que coger un avión, volar a Nairobi y de allí volver a volar a Mogadiscio Norte" explica desde la capital keniana Jordi Raich, logista de Médicos Sin Fronteras.

A los nombres de Aldid y Alí Mahdi hay que sumar ahora el de Siad Hersi, general Morgan, sanguinario ex ministro de Defensa y yerno de Siad Barre, quien huyó de Mogasdicio a principios de 1991 tras 24 años de dictadura. Su clan, el darod marehan, antes acorralado en la frontera con Kenia, ha iniciado una ofensiva contra Aidid. De forma inesperada, a mediados de octubre las tropas de Morgan tomaron la ciudad de Bardera, donde Aidid había establecido su cuartel general. Esta podría ser la base para futuras incursiones hacia el norte (Baidoa) y hacia el sureste (Kismayu). "En honor a la verdad hay que decir que en este momento no hay ninguna lucha abierta, pero el general Morgan ha reunido unas fuerzas que hay que empezar a tener en cuenta", afirma Mark Rafford, de la organización Save The Children. "Estamos funcionando siempre a base de rumores, hasta que las cosas ocurren".

Situación penosa

Aidid no ha reaccionado todavía. Se ha limitado a amenazar a las organizaciones humanitarias que han seguido trabajando en Bardera tras su caída en manos de Morgan. En la ciudad sólo quedan 5.000 de los 40.000 habitantes. El resto ha huido hacia Mogadiscio o se ha refugiado en los alrededores. "Hemos establecido un vuelo semanal a Bardera. La situación allí es penosa. Las muertes diarias por inanición aumentaron de 20 a 70 en los días en que evacuamos la ciudad", explica Susan Matindi, del Comité Internacional de la Cruz Roja.El norte del país no se ha librado de la guerra. El clan isak, poblador del territorio de Somaliland, que tras luchar por el derrocamiento de Barre decidió proclamar su independencia, se ha visto inmerso en una guerra entre subclanes.

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Para complicar aún más la situación, el enviado especial de Naciones Unidas a Somalia, Mohamed Sahnun, presentó su dimisión el pasado 26 de octubre tras haber criticado abiertamente el funcionamiento de algunas de las agencias de la ONU. Sahnun había conseguido encauzar a las partes en conflicto en el camino del diálogo. A Mogadiscio acaba de llegar su sustituto, el diplomático iraquí Ismat Kittani.

Semanas antes de dimitir, Sahnun manifestaba a EL PAÍS su convencimiento de que antes de fin de año habría una conferencia para la pacificación en Somalia. Las posibilidades de que tal conferencia se haga realidad parecen cada vez menores.

Pagar por trabajar

El aeropuerto internacional de Mogadiscio, en la parte sur de la ciudad, lleva cerrado seis semanas por las disputas entre subclanes sobre su explotación económica. Las suculentas tasas de aterrizaje -entre 200 y 1.000 dólares (entre 23.000 y 114.000 pesetas) por avión- han llevado al general Mohamed Aldid a pugnar por su control, hasta ahora en manos del clan hawadle, aliado suyo.

En estas condiciones, los vuelos con ayuda internacional se ven forzados a aterrizar en una pequeña pista de tierra situada a medio centenar de kilómetros al sur de la capital, una pista que hasta ahora sólo empleaban los traficantes, de kat, la ligeramente alucinógena yerba que mascan de forma continua y abierta todos los combatientes que se mueven por la parte sur de la ciudad. En el norte, donde Mohamed Alí Mahdi pretende mantener una ficción de Estado, los soldados la consumen a escondidas.

Las organizaciones de ayuda siguen desempeñando sus tareas "con toda la normalidad que se puede esperar de una situación así". La desarticulación del país y la violencia ha convertido a la ayuda internacional en una fecunda fuente de ingresos y a los organismos de ayuda, incluida la propia ONU, en rehenes de los señores de la guerra, a quienes pagan por poder trabajar.

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