Mariposa de vida breve

No ha sido una sorpresa: Teresa Nieto es uno de los más sólidos valores de la coreografía madrileña actual, y la única artista de su generación que ha vertido lo racial y lo flamenco en el vocabulario contemporáneo con buenos resultados artísticos.Los intentos de fusión de esas dos corrientes, flamenco y danza española con baile moderno, han sido numerosos, pero siempre chirrian por algún lado. Hacen falta equilibrio y sapiencia. Fue el caso antiguo y poco valorado de Akarova dentro de las vanguardias fundacionales en los años treinta. Jean Börlin, incluso antes, también hizo algo (recordar su ballet sobre El Greco), teniendo entre los artistas españoles alguna respuesta, como fue la de Vicente Escudero cuando zapateó al son de dos dinamos.

Un boceto de estilo

A través de los dúos y variaciones, Nieto boceta un estilo de ver las cosas. En Mano a mano están el punta y tacón, el rodazán, la vuelta de pecho y el desplante, elementos de la danza española de tradición, contenidos como la madre de un licor añejo, inamovible, pero dando fe de solera, de secreto genético del baile.El espacio de la Pradillo ha sido usado con soltura dentro de sus limitaciones; las luces, cuidadas y efectivas, trazan un dibujo de alto contraste y el vestuario, ajustado a la realidad del trabajo, deja una buena señal estética. Poco más se le puede pedir en esta primera experiencia, y su único error grave ha sido prescindir de la danza de La Vida Breve de Falla en una versión de guitarra de Paco de Lucía que remataba la pieza. Esta vez la coreógrafa sólo deja los compases iniciales al final como un chispazo, un recuerdo fugaz. Ese famoso fragmento musical fue el primero al que puso pasos y por ello fue reconocida en 1990 con el tercer premio del Concurso Coreográfico de Madrid. Sobre sus hallazgos de aquella ocasión amplió las perspectivas del dúo sincrónico. Sin quererlo, por temor a la repetición, ahora ha cercenado el momento lírico que todos esperan, el anticlimax que a la vez es cita reverente.

La estructura escogida por Teresa respeta los trabajos de vanguardia clásica como los de Kei Takei, donde el módulo acciona sobre el tiempo coreográfico hasta invertirlo, en una lectura nada fría sino conectada en lo jondo, en la idea intelectual de base. Acompañada por Lourdes Más, las dos saben bailar y son musicales. El material expuesto mejora cuando sin prejuicios, se aleja de las fórmulas comunes, viéndose que Nieto tiene mucho que decir en un terreno casi virgen que puede ser senda oscura a la nueva danza española.

En la segunda parte, Patio de luces es un trabajo conceptual y duro, serio y difícil pero soberbio, donde las frases. coreográficas son como un surruro amante al oido y al ojo del espectador. La articulación está hecha con un riguroso control del movimiento expansivo y la entrega es pausada, profunda. El apoyo del violín en directo cumple cerrando el círculo del ambiente: una habitación angosta y ritual. Es evidente la buena comunicación entre el músico y la creadora, que hacen un mano a mano, verdadero combate con cadencias fuertes y acentos de fuerza.

Hay influencias orientales también en el móvil a lo Calder con mariposas de tela (la misma del vestido: partes escapadas del alma de la que baila) y en las entradas diagonales de kabuki, que dan un tono ceremonial y tenso, de contraste entre las dos artistas: una de rojo (la pasión) que se expresa vibrando sobre la pared y otra de negro (la tragedia) que sobrevuela ausente el plano escénico. Son, pueden ser, el bien y el mal (acaso una referencia a Sthendal), la risa y el drama, partes ambas de una misma tragedia, como largas líneas tangentes al círculo vacío de la soledad.