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El gran hombre en el pequeño museo

Una exposición exhibe hasta el día 11 los restos de un gigante extremeño

Pilar Romero de Tejada, directora del Museo Nacional de Etnología y comisaria de la exposición Un templo a la ciencia: la historia de un museo, se lamenta de una infeliz coincidencia. "Esta muestra se presentó al mismo tiempo que otra en el Centro de Arte Reina Sofía y casi a la vez que la colección Thyssen. A veces, la gente olvida que en Madrid hay otros museos fuera de ese triángulo mágico ". Pero, le guste o no a la dirección del centro, en este recorrido por la historia del museo, entre 1875 y 1940, ha nacido una estrella: el gigante extremeño.

Este gigante lleva muerto nada menos que 117 años. Si su esqueleto se conservó entonces y se exhibe ahora es por esos 235 centímetros de estatura que explican su sobrenombre, su carrera circense y el interés que despertó en su tiempo en el doctor Pedro González Velasco, catedrático de Anatomía de la Universidad Complutense de Madrid y propietario virtual de ese gran hombre.Con el debido respeto que exige la exhibición de restos humanos y evitando tintes morbosos a una muestra científica, gran parte del público se ha sentido atraído por la historia de Agustín Luengo Capilla, natural de Puebla de Alcocer, aquejado de una acromegalia que provocó un excesivo crecimiento de sus manos, pies, cráneo, nariz, mentón, orejas y arcos superficiales.

El doctor González Velasco no paró hasta dar con él y firmar un singular contrato. Agustín, el gigante, cedería su esqueleto al investigador a cambio de 3.000 pesetas, que le pagó parte en vida, parte a su fallecimiento.

El humor de Gulliver

El museo posee el documento notarial que certifica la extraña transacción, y tanto el vaciado en yeso del gigante como su esqueleto se exhiben hoy en el salón central.Periódicos de la época cuentan que el rey Alfonso XII le regaló un par de botas. Otras crónicas destacan su sentido del humor. Siendo el hombretón poco dado a vigilar su enfermedad y advertido por el doctor Velasco de los problemas que ésta podría causarle si no se cuidaba un poco más, Agustín se atrevía a responder: "Cuanto antes muera yo, antes me tendrá usted".

Pero, con ser la más grande, no es ésta la pieza más valiosa de la colección que ahora se exhibe, y junto al interesante Gulliver están un par de cabezas reducidas y otras joyas científicas. La propia comisaria, Pilar Romero, destaca que "en un museo de etnología se respetan mucho los especímenes que se exhiben, especialmente si son restos humanos. En el caso del gigante, hemos contado además con todo el apoyo de sus descendientes y no lo mostramos sólo por su tamaño. Forma parte de un contexto: la historia del museo desde que se creó, en 1875, hasta los años cuarenta y su evolución científica.

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"Cuando el doctor Velasco fundó esta institución", explica Pilar Romero, "primaba la antropología física, luego la etnografía y la prehistoria. Y de todo se encuentran piezas en esta exposición".

El mayor ejemplar de momia guanche que se conserva en el mundo, del siglo XVIII, y otros esqueletos han dejado por un tiempo el almacén para rendir su tributo al saber, que les mantiene en cierta forma vivos.

Una de las dependencias del museo se retrotrae hasta convertirse en un gabinete de estudio de finales del siglo XIX decorado con muebles originales. "Son importantísimas piezas, las cartas de Charles Darwin donadas por Ignacio Bauer, la serie de fotografías sobre la Exposición General de Filipinas celebrada en el Retiro en 1900, los positivados originales de la Comisión del Pacífico (1862-1866) o las papeletas' originales de la encuesta del Ateneo de 1901 sobre nacimiento, matrimonio y muerte en toda España".

Esperando que el ministerio solucione algunos problemas laborales, como la convocatoria de oferta pública de empleo, el museo prolonga hasta el 11 de noviembre esta exposición sin dejar de trabajar y a pesar de - la crisis, que, reconoce la directora, "siempre afecta más a los pequeños". El Museo Nacional de Etnología se encuentra en la calle de Alfonso XII, 68.

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