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Abundancia y escasez en el país del embargo

Las sanciones a Libia no provocan penuria, pero sí incomodidades

En la localidad libia de Bucarnmaj, en la frontera con Túnez, nada recuerda los efectos del embargo aéreo internacional impuesto a Libia hace seis meses. Los vehículos con matrícula tunecina hacen cola ante la aduana libia, de regreso a su país, arrastrando enormes pilas de colchones, sillas de plástico y cargamentos de café, azúcar y plátanos adquiridos en los zocos libios agraciados por los bajos precios.

En sentido contrario, los libios vuelven de Túnez sin agobios de carga, como corresponde a quien lo tiene casi todo en casa, pero disgustados y agotados por el rodeo que las sanciones internacionales impuestas por las Naciones Unidas les imponen, al obligarles a salir de sus fronteras por carretera.Las sanciones contra Libia han convertido las salidas y entradas a este país en un agotador e incómodo periplo. Incluso recorridos como el que une Trípoli con España, de apenas dos horas en un vuelo directo, exigen ahora una jornada de fatigas y sucesivas escalas.

El aeropuerto de la isla tunecina de Yerba es la base más cercana para que los libios puedan enlazar con el mundo a través de Túnez. Hasta llegar allí no hay forma de escapar a un viaje por carretera de más de 320 kilómetros.

El trayecto ha sido tradicionalmente el canal, entre un lado y otro de la frontera, de un denso trapicheo que, recientemente, desató las iras del líder de la revolución libia, el coronel Muammar el Gaddafi, contra el Gobierno de Túnez.

A los bordes de la carretera, del lado tunecino, ciudadanos libios airean fajos de su moneda para señalar su disposición a comprar, a buen precio, las divisas que no pueden lograr en sus bancos para sus frecuentes escapadas al extranjero.

Sus principales clientes son los viajeros tunecinos que visitan regularmente el territorio libio para hacer acopio de los abundantes productos subvencionados por el Estado.

Los renqueantes vehículos de sus vecinos, aplastados por los descomunales fardos y cajas de mercancía, son motivo de broma por parte de los viajeros libios que ahora tienen que compartir el trayecto con ellos. Pero la mejor calidad de sus coches y del asfalto en el tramo de carretera que discurre por su territorio no consuelan a los libios del cansancio y pérdida de tiempo que les impone el forzoso rodeo.

Según las autoridades libias, las dificultades de acceso a su país han provocado graves danos económicos y humanos al haber dificultado el habitual recurso a hospitales. extranjero ' s con que se contrarrestan las carencias tradicionales del sistema sanitario libio.

"El embargo ha causado durante el periodo de abril a julio el fallecimiento de 150 enfermos que hubo que trasladar por vía terrestre hasta aeropuertos de Túnez o Egipto, mientras la demora en recibir determinados tratamientos urgentes ha provocado la muerte de 100 niños recién nacidos, además de enfermedades en muchos otros", asegura un informe oficial del Gobierno libio.

De acuerdo con este documento, el embargo, a pesar de no ser comercial, ha afectado en el terreno económico los insumos necesarios para la agricultura y la ganadería del país. Las autoridades libias estiman en 2.157 millones de dólares el total de pérdidas en este capítulo, incluyendo las provocadas por los obstáculos puestos a la exportación de verduras, frutas, pescados y otros productos perecederos.Balance exageradoLos observadores occidentales en Trípoli consideran algo exagerado el balance de daños ofrecido por el Gobierno libio, especialmente en el capítulo sanitario, puesto que las sanciones no impiden la realización de operaciones humanitarias. Pero nadie duda de que el embargo a Libia ha impuesto una nueva incomodidad a los ya aislados ciudadanos de la república de Al Yamahiria.

La prohibición de la venta de repuestos de aviones, así como de la reparación de aparatos, impuesta por dichas medidas, ha obligado a las autoridades a reducir a la mitad los vuelos interiores, y amenaza con inutilizar la aviación libia.

"Los libios somos gente aristocrática; gracias al petróleo tenemos una elevada renta per cápita que nos permite vivir muy bien y tener una nutrida mano de obra extranjera", explica un comerciante libio al referirse a los efectos de las sanciones. "Somos gente pasiva a la que nos gusta ir haciendo nuestros negocios sin meternos en líos, por eso Gaddafi nunca ha tenido una oposición interna fuerte; pero este pasotismo no impide que la gente piense que ya es hora de arreglar estos problemas, puesto que llevamos mucho tiempo enfrentándonos a Estados Unidos, y éste es un coloso demasiado fuerte para que podamos vencerlo", añade.

Pero al apuntar la necesidad de un cambio, el comerciante ni se atreve a defender la caída del máximo dirigente libio ni la entrega a Estados Unidos de sus dos compatriotas a los que Washington acusa de ser autores del atentado contra el avión de la Pan Am en Lockerbie, y cuya suerte motivó la implantación de las sanciones internacionales contra Trípoli.

"Hemos podido cometer muchos errores, pero es necesario que nos admitan un mínimo de dignidad", añade otro libio. "Ningún país del mundo ha pasado por un precedente parecido". Para él, la entrega de los dos acusados del atentado es inevitable, pero, de acuerdo con la oferta de su Gobierno, "debe hacerse a un tribunal internacional neutral".

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