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LA BATALLA POR LA CASA BLANCA

Las mil caras de George Bush

Una personalidad opaca tras toda una vida dedicada al servicio público

¿Quién es realmente George Bush, el hombre que acaba de perder la presidencia de Estados Unidos? Porque tras una vida dedicada al servicio público, incluidos cuatro años en la Casa Blanca, la incógnita sobre el personaje y su filosofía política sigue en el aire, sin que nadie ofrezca una contestación lo suficientemente convincente.

¿Es el patricio de Nueva Inglaterra, el producto típico de la sociedad wasp -blanca, anglosajona y protestante-, que durante dos siglos aportó mayoritariamente las élites políticas de Estados Unidos o, por el contrario, es el hombre del pueblo, hecho a sí mismo a través del riesgo personal y del trabajo duro en la industria petrolera de. California y de Tejas?¿Pertenece a la línea moderada del partido republicano, conservadora en lo fiscal y liberal en el resto, heredera de la tradición centrista de Abraham Lincoln, Theodore Roosevelt y Dwight Eisenhower, o los ocho años de vicepresidencia bajo el manto de Ronald Reagan lo han empujado hacia la derecha dura del integrismo de los telepredicadores?

Las contestaciones son varias y depende de quien las dé, porque la realidad es que el 41º presidente de Estados Unidos ha sido un poco de todo. Y esta capacidad camaleónica para adaptarse a toda clase de circunstancias, según el viento que sople, ha sido precisamente el drama que ha perseguido a George Herbert Walker Bush desde que abandonó sus negocios petroleros para presentarse y perder una elección a senador por Tejas en 1964.

En esa elección, Bush adoptó como plataforma para su campaña en el Estado de la estrella solitaria el programa ultraderechista del entonces candidato republicano a la presidencia, Barry Goldwater, partidario de la intervención masiva en Vietnam y enemigo de cualquier concesión a la Unión Soviética en materia de desarme.

Años después, Bush había aprendido la lección y se presentaba a una nueva elección en su Estado de adopción, esta vez para diputado en la Cámara bajá de Washington, con un programa totalmente diferente. En él, el aspirante a congresista se declaraba "prácticamente identificado" con los objetivos liberales expuestos por el presidente demócrata Lyndon B. Johnson en su propuesta a la nación conocida como The Great Society (la gran sociedad). Esta vez Bush consiguió su objetivo y ganó el escaño.'Giro políticoSu derrota en las primarias de 1980 por Ronald Reagan y el consiguiente ofrecimiento del candidato triunfante para acompañarle como vicepresidente en la candidatura republicana protagonizó otro giro político de 180 grados por parte de Bush.

Durante su campaña para conseguir la designación de su partido, Bush había atacado implacablemente el programa económico de Reagan, al que calificó despectivamente de voodoo economics. (economía de brujos). Al mismo tiempo, y frente a la rígida política antiabortista de Reagan, Bush defendió, de acuerdo con la línea centrista del Partido Republicano de no interferencia gubernamental en la intimidad de los ciudadanos, él derecho de la mujer a interrumpir voluntariamente el embarazo.De la noche a la mañana, el recién nombrado candidato a vicepresidente se declaró, entre otras cosas, contrario al aborto, defensor a ultranza de una economía de oferta y partidario de la polémica guerra de las galaxias.Una vez que se anunció su candidatura a la sucesión de Reagan, su indecisión, su carencia de convicciones profundas y su deseo de agradar a tirios y troyanos sin tomar partido comenzaron a enajenarle las críticas de los ideólogos de su propio partido y de los comentaristas políticos más identificados con los ideales republicanos, como William Safire y George Will.Perrito faldero de Reagan_

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Los calificativos de wimp (débil) y lap dog (perrito faldero de Reagan) comenzaron a aplicarse, ante su desesperación, al futuro presidente. Como escribió Will en 1978, "Bush gusta a todo el mundo y ahí puede radicar precisamente su problema (para convertirse en presidente)".

Su llegada a la Casa Blanca produjo cambios estéticos en la organización de la presidencia, pero ninguna aportación ideológica importante o visión política de futuro, salvo una promesa difusa en su primer discurso de hacer de Estados Unidos "un país más amable y cordial".

Bush y su equipo político se declararon simplemente gestores de la herencia política de Reagan, y no consideraron necesario hacer ninguna nueva aportación ideológica. Cuando a Bush se le preguntó, poco después de su inauguración, en enero de 1989, por su "programa para los 100 primeros días", Bush contestó: "No venimos para corregir ningún mal del pasado, sino para construir sobre una base ya establecida (durante los años de Reagan)".

Los ataques por la pasividad presidencial ante la caída del muro de Berlín y el derrumbamiento del comunismo arreciaron en la prensa y en los pasillos del Congreso, que acusaron a Bush de estar perdiendo una oportunidad histórica para liderar los cambios.

La crisis del Golfo ofreció a Bush la oportunidad que esperaba para cambiar su imagen de wimp (débil e indeciso) ante el pueblo norteamericano. El país se rindió ante la firmeza de su presidente, resumida en la frase "la agresión [de Sadam Husein] no prosperará", y su habilidad para construir una variopinta coalición internacional.

El triunfo militar en la Operación Tormenta del Desierto hizo buena, una vez más, la frase de MacArthur: "No hay sustituto para la victoria". Cuando Bush se presentó ante una sesión conjunta del Congreso para dar cuenta de la victoria aliada, las diferencias entre republicanos y demócratas se borraron.

Bush y su equipo creyeron que la victoria sobre Irak les proporcionaría igualmente la victoria indiscutible en las urnas 18 meses después. La popularidad del presidente, que llegó a alcanzar en mayo de 1991 la cota del 90%, confirmaba la teoría de Bush de que si no pisaba demasiados callos políticos podría conseguir un segundo mandato.

Pero la recesión económica y las dificultades presupuestarias estaban ahí dispuestas a interponerse en los planes del presidente y, una vez difuminada la gloria militar por el paso del tiempo, los norteamericanos volvieron sus ojos a sus problemas diarios y comprobaron que lo que veían en su entorno -descenso del nivel de vida, una deuda pública triplicada en 12 años de administraciones republicanas y un cierre continuo de empresas como consecuencia de la reducción de los presupuestos militares- no les gustaba. Y las encuestas empezaron a reflejar el descontento de los ciudadanos hasta que Bush quedó 20 puntos por detrás de su principal contrincante, el demócrata Bill Clinton, a sólo cinco semanas de las elecciones.

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