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Günter Grass aboga por una Europa concebida como crisol de culturas

El escritor alemán reflexiona en su casa sobre su nuevo libro, 'Malos presagios'

Rocío García

"Europa sólo podrá sobrevivir si permanece abierta. Las mejoras horas de Europa son aquellas en las que se ha entendido a sí misma como un crisol de culturas". Estas reflexiones, realizadas ayer por el escritor alemán Günter Grass en su casa de Behlendorf, al norte de Alemania, a un grupo de periodistas españoles, encuentran su reflejo en el nuevo libro Malos presagios, editado en España por Alfaguara, y en el que tras una bella historia de amor se narran los crueles problemas de la reconciliación entre Alemania y Polonia.

Durante más de dos horas, un Grass relajado y sonriente reflexionó sobre el momento que vive Europa, el resurgimiento nazi en Alemania, el ecologismo, para para terminar refiriéndose al pensador español Unamuno y proclamar lo que él llamó "redescubrimiento de la Ilustración"."Yo estoy muy en la línea de Unamuno, en el sentido didáctico de la literatura", dijo Grass, somos hijos de la Ilustración. Tenemos que redescubrir la llustración, aclarar e iluminar".

El autor del Tambor de hojalata (1959), novela que le lanzó a la fama mundialmente, señaló que tras la caída del socialismo dogmático "le ha llegado la hora al socialismo democrático". "El capitalismo está sin rumbo y regresa a sus estados más primitivos. Lo que fracasó fue la línea del socialismo dogmático. Si ahora no se logra un socialismo democrático, fuerte, viviremos una época de miserias y de nuevas formas de nacionalismos y de fascismos". Para Grass, es la socialdemocracia -"si es posible que surjan socialdemocracias de izquierdas"- la que tiene que asumir el papel de "revitalizar el capitalismo". "La socialdemocracia tendrá que tener en cuenta los problemas del Tercer Mundo y los de los países de Europa oriental, porque la idea de la Unión Europea lleva a un amurallamiento interno, con el peligro de que esto produce una mentalidad de aniurallados". Grass cita los actos vandálicos contra los extranjeros en Alemania, el caso de los refugiados albaneses rechazados en Italia y la trágica llegada de africanos en pateras a España. "Esta actitud no va a solucionar ningún problema", presagia el agorero Grass, "Europa sólo podrá sobrevivir si permanece abierta".

Grass, duramente criticado en Alemania por los malospresagios que apunta siempre sobre su país, se disculpa haciendo una analogía con el sapo, animal agorero y predilecto del escritor: "Cuando yo critiqué duramente el proceso de la unificación alemana, me acusaron de presagiar cosas terribles, de croar, de sapear. Ahora tienen que reconocer que mis peores presagios han sido superados con creces. Yo no puedo alegrarme de que haya tenido razón, pero ha sido así".

Clase política

Sobre el papel del intelectual en Alemania, el escritor afirma que "la clase política vive tan alejada de la realidad que ni siquiera le molestan las críticas de los intelectuales". "La posición de los intelectuales en Alemania es muy ambivalente. Si no dicen nada se preguntan ¿por qué están callados?, y si hablan, dicen ¿por qué lo hacen?". "Lo grave", señala Grass, "es que cuando poetas e intelectuales han sido necesitados para un proceso político se les utiliza y cito el caso de Havel [intelectual ex presidente de Checoslovaquia] y cuando no se le necesita, se le aparta".

Sobre el temor que despiertan los alemanes en Europa, Grass reconoció que hay razones del pasado para ello. "En este siglo ha habido dos guerras mundiales. La primera con participación importante de Alemania, la segunda iniciada exclusivamente por ella. Se cometieron crímenes y asesinatos de judíos y de gitanos, esto último es algo que se olvida y que hay que recordar porque hoy en día son los gitanos las víctimas de las agresiones alemanas". "Yo fui duramente atacado porque cuando el proceso de unificación alemana, dije que si pensábamos en la unidad había que pensar en Auschwitz. Hoy parece que nuestro pasado nos ha alcanzado de nuevo", dice Grass, para quien una federación de dos estados alemanes hubiera sido mucho más fácil de integrar en Europa que una Alemania unificada de 80 millones de personas. Sin embargo, aunque el escritor reconoce que gran parte de las críticas a su país son justas, ataca la instrumentalización de ese temor "para desviar la atención de los problemas económicos y sociales que viven países como Inglaterra y Francia". "Eso no sería justo", dice Grass, tras lamentarse de que la conversación se dirija casi exclusivamente hacia temas políticos. "Yo soy escritor y escultor", se queja, aunque con la boca pequeña, mientras se enorgullece de la gran expedición abierta estos días en Berlín en homenaje a sus 65 años y en la que se muestra su obra pictórica y escultórica.

El granjero en su rincón

Entre un bosque de coníferas y un canal que va a dar al mar Báltico, se encuentra la casa de Gúünter Grass al norte de Alemania. Está a las afueras de un pequeñísimo pueblo, Behlendorf, a unos 70 kilómetros de Hamburgo y 30 del Báltico, en el land de Slesuig-Holstein. Grass, que cada vez pasa más tiempo aquí que en Berlín, encuentra la calma que dice necesitar para trabajar. Una calma que ayer le interrumpieron primero sus hijos y nietos -Günter Grass, casado en tres ocasiones, tiene ocho hijos y cinco nietos-, que vinieron a la fiesta de celebración de sus 65 años el pasado viernes y luego lo que él llamó "la invasión española".Por su aspecto, Grass más parece un granjero que un duro intelectual de la posguerra europea. Con pantalones viejos de pana marrón, jersey de lana y una chaquetilla en tonos grises, Grass recibe junto a su perra, Kara, a los periodistas en la puerta de la casa, un sobrio edificio blanco en medio de un bello y decadente jardín. Castaños de Indias, arces y frutales rodean el estudio y la casa.

Estudio

Con un fondo de música clásica, abre su acogedor estudio a los periodistas. En un lado escribe, en el otro pinta y esculpe. Todo es de madera, el suelo, las paredes, los escasos muebles. Hay de todo: multitud de pipas, dibujos y esculturas, libros y hasta nueces, puestas a secar en el segundo piso del estudio.

Grass escribe de pie en un escritorio, sobre el que ayer por la tarde posaba un gran cuaderno abierto y una pluma. De frente, dos aguafuertes de Goya. "No me gusta mirar por la ventana, porque me distraigo con el jardín. Goya es, pues, la imagen en la que me fijo cuando escribo. Goya se enfrentó a la realidad de una forma luchadora", dice Grass.

El aguafuerte de Goya Qué locura trae recuerdos al Güunter Grass siempre político. "La obra de Goya refleja de forma gráfica lo que ocurre hoy en Yugoslavia, la locura de la guerra".

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