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Bomberos que encienden

Del atractivo del cuerpo de extinción de incendios

Ana Alfageme

Algo debió de encender el bombero Alberto Martínez Moya en Merce, una chavala de 21 años de intensos ojos azules y rubia cabellera, hace año y medio. Cuando Alberto, orgullosísimo, reveló cuál era su profesión, Merce pestañeó con curiosidad, y la primera vez que le vio llegar subido al coche rojo en una exhibición se le puso la carne de gallina. Los bomberos ahora conservan su pátina de héroes y además son jóvenes atletas -34 años de edad de media- que odian la rutina y trabajan sólo siete días por mes. "Son un partido", reconoce un mando. Y encima cocinan.

Puri y Elena, amigas de toda la vida, llevan un año de lo más aprovechado. Desde que tienen novio bombero -Santiago y Esteban, hermanos- han cambiado la noche por el día. Ellas eran antes noctámbulas y absolutamente urbanas. Puri, de 31 años, que es cartera, ha aprendido ahora a esquiar y a montar en bici y ya es una experta en los senderos de la sierra de Madrid. Y Elena está satisfecha porque al fin sabe lo que es el aire puro.Puri era la cartera del parque donde trabaja Santiago, y en las últimas Navidades, después de un par de fiestas, se enrollaron. Luego les imitaron Esteban y Elena. Las dos dicen que el atractivo de sus bomberos no está en sus músculos entrenados. "Yo les consideraba un poco Rambos ", dice Puri.

200.000 pesetas al mes

Un funcionario del cuerpo de extinción de incendios del Ayuntamiento gana unas 200.000 pesetas y trabaja siete días al mes, en guardias de 24 horas. "Y la que lo pille se lleva no sólo un atleta, sino también un señor muy sano", dice Luis Millán, un sargento del parque de Santa María de la Cabeza, que a sus 36 años es un fornido monitor de gimnasia, buceo y natación. "No puedes entrar si tienes antecedentes penales y has de pasar un reconocimiento médico completísimo. Los bomberos de hoy", dice Luis, que lleva 14 años en el cuerpo, "son unos atletas, la mayoría ni fuma ni bebe". "Y han estudiado más", dice Manuel Becerra, otro bombero veterano -46 años- que cambió el arado por la manguera hace 16 años y que entró cuando el cuerpo estaba "militarizado", dice él.

Los más jóvenes dicen que no, que no son un partido. Pero aun así, entrar el jueves en el parque de Santa María de la Cabeza era como meterse en un gimnasio plagado de bíceps y pectorales macizos, bajo unas caras bastante satisfechas. En los últimos 10 años han llegado al cuerpo de bomberos del Ayuntamiento de Madrid 342 nuevos funcionarios, casi la mitad de la plantilla básica, 800 bomberos y 160 conductores.

¿Ligáis más siendo bomberos? "Nooo", responden, "depende de la cara que tengas, el que es golfo lo es de toda la vida, sea o no bombero". Y Luis Millán, casado y con dos hijos, concede que hay muchos separados, "y muchos vasectomizados", dice guiñando un ojo. "También somos muy exigentes, quizá nos fijamos más en los cuerpos de las chicas. Nos gustan deportistas", asegura Pepe Fernández, un conductor de 31 años. Su novia hace pesas y aerobic; a la fuerza ahorcan, porque entre salida y salida, en el parque se oyen cosas como "¿qué tal se bucea en Cuba?" o "¿quedamos para subir a la sierra?".

Para seguir sumando puntos, son capaces de hacer un flan entre una sesión de pesas y una salida para auxiliar a una ancianita. Como hizo Miguel Ángel el miércoles en el parque de Santa María de la Cabeza, un bombero muy coqueto de 30 años. Él, Alberto y Martín forman parte del gastronómico "trust del pendiente", un grupo de jóvenes que se ilustraron la oreja por eso, por ser jóvenes y a quienes un bombero mayor, apodado el abuelo, les hace unas paellas de quitar el hipo. Ellos se organizan para hacerse la comida, la compra y fregar los días que hay guardia.

A pesar de esas aficiones, en su mayoría provienen de una clase social humilde. Alberto Martínez Moya, que es hijo de un tapicero de Aluche, quería ser bombero desde pequeñin. Primero se hizo electricista -hay que tener un oficio-, luego trabajó en lo que fuese y se machacaba en el gimnasio cuatro horas, por la tarde. En noviembre de 1988, Alberto fue uno de los 27 elegidos entre un millar. Desde que Alberto aprobó, al chaval le falta tiempo para esquiar, trepar por cualquier cuerda o tirarse de los puentes, y piensa llevar a Merce -que toda la vida adoró los uniformes- al altar. Para sus sobrinos no existe otro como él. "Una vez", cuenta su hermana, "le mandaron a mi hijo David dibujar a su familia. Y sólo pintó a Alberto".

En los brazos del príncipe azul

Hace muchos años, un hombretón vestido de azul tomó en brazos a una niña menuda de ojos castaños y trenzas morenas. La cría se sintió segura en el regazo del hombre, tan mayor y tan grande, y así, agarrada a aquel héroe con casco, casi se olvidó del humo negro que desató el miedo en la corrala. Después, durante años, la niña se escapaba a espiar a los hombres vestidos de azul -y a sus coches rojos, llenos de luces y escaleras, tan bonitos- a un parque cercano a su casa, en la Puerta de Toledo.Yolanda sirve copas hoy en un bar y cumple 24 años más de los cuatro que tenía la noche del incendio de su casa de Lavapiés. Su eterna admiración por los bomberos es ya motivo de sorna entre sus amigos, que le recortan de los periódicos los reportajes sobre los compañeros de su príncipe azul.

Cuando les ve pasar no puede evitar volver la cabeza, y muchas veces ha sido capaz de desviarse de su camino, cuando pasea por su barrio, el de Lavapiés, para contemplar cómo apagan el fuego de un simple contenedor. "Sí, he oído eso de que en las fantasías de todas las mujeres está la noche de pasión con un bombero vestido con traje de faena, pero yo", dice, muy divertida, "nunca he tenido un novio bombero y cuando alguna amiga quería presentarme a uno le decía que no, que ni hablar. Sólo quiero mirarles".

Pero Yolanda reconoce que antes, con su mirada infantil, veía héroes. "Ahora no, ahora les miro con lujuria, porque la verdad es que están todos muy fuertes, je, je

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Sobre la firma

Ana Alfageme
Es reportera de El País Semanal. Sus intereses profesionales giran en torno a los derechos sociales, la salud, el feminismo y la cultura. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactora jefa de Madrid, Proyectos Especiales y Redes Sociales. Ejerció como médica antes de ingresar en el Máster de Periodismo de la UAM y EL PAÍS.

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