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EL FUTURO DE EUROPA

La Penélope de Europa

Lluís Bassets

La existencia de una presidencia débil o sin mucha iniciativa, como se dará en los próximos meses, no es nada excepcional en la Comunidad Europea (CE). Lo que es excepcional es que se produzca en un momento que, al decir de muchos, es el peor de toda su historia. Excepcional es también que no se pueda contar con la capacidad de maniobra de los 17 comisarios y del presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors, atados de pies y manos por el alud de críticas lanzadas contra ellos y contra los funcionarios a sus órdenes, e incluso resentidos con los Gobiernos comunitarios y su falta de escrúpulos cuando se ha tratado de transferir responsabilidades hacia Bruselas.La respuesta de la Comisión Europea está ya preparada. En primer lugar, silencio y discreción, que se han revelado tremendamente eficaces en el caso francés, al igual que se demostró, pero por prueba negativa, en el caso danés cuando Delors alimentó el voto negativo con sus sugerencias de un estatuto especial para los grandes de la CE.

Sencillez y eficacia

En segundo lugar, aplicación en todos los niveles y direcciones del principio de subsidiariedad, entendido como criterio de transferencia de las responsabilidades al nivel más próximo a la sociedad y como criterio de sencillez y eficacia en la gestión. En tercer lugar, reforma de los métodos de trabajo y de la propia admi nistración de la CE, que puede llevar a un reparto muy distinto de las, tareas de los 17 comisarios y a una simplificación de los procedimientos y de los plazos de resolución de los problemas. En cuarto lugar, un esfuerzo de pedagogía y de explicación del funcionamiento de las instituciones, para acercarlas más a los ciudadanos.

El margen de maniobra de la Comisión a partir de ahora es también muy escaso. Ciertamente, ha quedado ligeramente abierto tras la desaparición del obstáculo francés, pero a nadie se le escapa que la única cosa en la que están de acuerdo los Doce es en reducir los poderes de la Comisión o en echarles la culpa de las dificultades", explicaba uno de sus portavoces.

La entrada en vigor de Maastricht tras la ratificación por los Doce, si se produce, también afecta a la Comisión, que iba a prorrogar su mandato por dos años para hacer lo coincidir, a partir del 1 de enero de 1995, con las elecciones al Parlamento Europeo. Si Maastricht remolonea, como todo indica que puede suceder, el calendario de la Comisión también se complicará y sus miembros verán añadida a su tarea la preocupación por sus propios plazos y futuros. Como Penélope, siempre tejiendo por las mañanas lo que alguien desteje por las noches.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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