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EL FUTURO DE EUROPA

Major propone revisar el Tratado de Maastricht y aplaza a 1993 su ratificación parlamentaria

Enric González

Los líderes de la Comunidad Europea deben efectuar "un profundo examen" de la situación en Europa y "reflexionar sobre las lecciones de las últimas semanas y meses y sobre la futura dirección de la CE" durante la reunión extraordinaria que el Consejo Europeo celebrará en octubre. John Major, primer ministro británico y presidente semestral de la Comunidad, se mostró ayer partidario de una revisión del Tratado de Maastricht que disipe "el riesgo de parálisis" y permita su ratificación en Dinamarca y el Reino Unido, como pronto, el año próximo, en contra del compromiso de hacerlo este año.

Major -que se enfrenta a un virulento rebrote del euroescepticismo en la Cámara de los Comunes y dentro de su propio Gobierno, donde afloran serias discrepancias- desarrolló ayer, en un artículo publicado por el vespertino londinense Evening Standard, las ideas que mencionó el domingo por la noche al convocar la reunión del Consejo Europeo tras conocerse el ajustadísimo sí francés. "No podemos permitir que Europa quede paralizada por las disputas sobre la viabilidad de Maastricht", escribió, para añadir que "incluso los franceses han mostrado (en el referéndum) serias dudas sobre el alcance del poder de Bruselas, y una gran preocupación por la amenaza a su identidad nacional".Major intentará convencer a sus socios comunitarios, durante la cumbre de octubre, de que debe acentuarse la preponderancia de los Gobiernos nacionales sobre la Comisión Europea y rebajar las aspiraciones del tratado negociado en Maastricht. Las fortísimas turbulencias monetarias de la semana pasada han demostrado, según Major, que "el objetivo de una moneda única antes de que acabe la década es aún menos realista de lo que yo pensaba hace nueve meses". El Reino Unido no se comprometió en Maastricht a sumarse a una futura unión monetaria.

El primer ministro británico se ve obligado a conciliar en estos momentos sus sentimientos personales, decididamente europeístas, con la desconfianza hacia la Comunidad que se ha extendido por el partido conservador y la oposición laborista tras la crisis de la libra esterlina. Y, mientras efectúa este delicado equilibrio político, ha de esforzarse, como presidente comunitario, por sacar del bache a la CE.

El alcance de la rebelión euroescéptica podrá empezar a evaluarse en la reunión extraordinaria que la Cámara de los Comunes celebrará el jueves. Está claro, sin embargo, que se trata de algo más que un malestar pasajero. Son muchos los diputados, tanto conservadores como laboristas, que dan por muerto el Tratado de Maastricht y exigen a su primer ministro que le procure "un entierro digno". Incluso diputados europeístas y fieles a Major, como George Gardiner, daban ayer por muerto a Maastricht y pedían "una reforma de los poderes de la Comisión Europea que pueda concitar un apoyo unánime por parte de los ciudadanos de los Doce".

Rechazo parlamentario

La ley de ratificación sería probablemente rechazada por el Parlamento de Westminster si se votara en estos momentos. Por eso Major ha decidido ganar tiempo y aplazar el envío de la ley hasta el año próximo, cuando la situación danesa se haya resuelto y la tormenta monetaria haya escampado.

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Lo más inmediato para Major es lidiar con las discrepancias que afloran dentro de su propio Gobierno. El canciller del Exchequer (ministro de Economía), Norman Lamont, dijo ayer en Washington que la CE debe "tomarse un descanso" y que el referéndum francés "ha demostrado la necesidad de consultar a la opinión pública". La insinuación de Lamont sobre un referéndum en el Reino Unido fue rápidamente rechazada en Nueva York por el ministro de Exteriores, Douglas Hurd.

Pero Lamont, cuyos sentimientos sobre la CE han sido siempre más tibios que los de Major, tiene los días contados como ministro desde que se rindió a la devaluación, y eso le permite hablar y actuar con una sinceridad inusual. Lamont es partidario de bajar los tipos de interés rápidamente y articular una política económica ajena por completo al Sistema Monetario Europeo (SME). Major, por el contrario, no puede permitir que el alejamiento británico del SME dure demasiado tiempo, porque ello supondría la marginación definitiva del Reino Unido dentro de la Comunidad y un nuevo fracaso personal para él, que prometió situar a su país "en el corazón de Europa".

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