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Reportaje:

Libros sobre monstruos y sexo acaparan el gusto literario de los rusos

Las librerías del Estado ceden sus locales para actividades extraculturales

Los vampiros, Los monstruos del universo, El placer del sexo, Armas de fuego, Cadáveres itinerantes o La mano de Drácula: semejantes títulos han inundado las estanterías de los libreros de Rusia para desplazar La agudización de la lucha ideológica en la etapa actual o La mecanización de la agricultura a la luz de las históricas resoluciones del XXVI Congreso del Partido Comunista, que hace poco ofrecían las editoriales soviéticas en millones de ejemplares.

El grueso de la producción poligráfica de Moscú se canaliza a través de una bolsa del libro que opera los fines de semana en el Palacio de Deportes Olímpico y se esconde bajo el discreto nombre de Club de los Amantes del Libro. De seis a once de la mañana, varios miles de comerciantes mayoristas y minoristas acuden a los vestíbulos escasamente alumbrados del polideportivo.Los que llegan tarde se, obligados a instalarse en los guardarropas y junto a los lavabos, donde despliegan paquetes de libros traídos directamente de las editoriales. La variedad de títulos es bastante monótona pero refleja los gustos del actual lector masivo: gozan de una demanda permanente los Rambo, Tarzán, Terminator, libros de aventuras de Fenimore Cooper y Emilio Salgari, los clásicos del género como Alejandro Dumas o Julio Verne, editados en tiradas que a veces llegan al medio millón de ejemplares. Abunda la ciencia-ficción de autores norteamericanos, antologías del horror recientes y novelas policiacas de los años treinta, que se han editado recientemente en el mercado ruso. Arrasan por su popularidad Los ricos también lloran, inspirado en el famoso culebrón del mismo nombre, y libros de serie rosa y divulgación histórica.

No falta literatura mística y espiritual. Un vendedor que ofrece obras de Blavatski, Steiner, enciclopedias ocultistas y leyendas orientales asegura que gozan de una demanda constante, como también el Corán, la Biblia y los misales, cuyos suministros aún no han podido saturar el vasto mercado.

Los manuales de idiomas, desde el inglés al yídish, por ejemplo, se han hecho populares después de facilitarse las salidas al extranjero. Se mantiene inalterable la demanda de guías de tareas domésticas: la costura, el punto, la ambientación de viviendas, la horticultura, la conservación de frutas y legumbres, que son de utilidad práctica en la vida rusa. Hay bastante literatura para niños y algunas revistas femeninas como la alemana Burda Moden.

Autores más serios aparecen poco: algún que otro Solzhenitsin, Nabokov (más bien representado por su Lolita), Pasternak, Bulgakov, Somerset Maugham, Stefan Zweig,o George Sand, mientras que a los autores de habla hispana sólo los representaba un solitario García Márquez el día de nuestra visita.

El empuje de la empresa capitalista se siente cada vez más: Rusia cuenta hoy con más de 3.500 editoriales privadas que editan el 44% de los libros y la mayoría de éstos se venden ya en quioscos y tenderetes particulares. Mientras tanto, las librerías del Estado, o bien cierran, incapaces de pagar el alquiler, o bien ceden parte de sus locales a empresas ajenas a la cultura: en el establecimiento más grande de Moscú, la céntrica Casa del Libro, al lado de clásicos de Dostoyevski como Los hermanos Karamazov o, Crimen y castigo se puede comprar -por dólares- zapatos, pantalones, vodka y ropa interior femenina.

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