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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un mal menor

UN FANTASMA recorre Europa: el de la parálisis y el estupor. Los Gobiernos esperan sobrecogidos el resultado del referéndum francés, cuya convocatoria, conforme se suceden los acontecimientos, se demuestra un tremendo error político de Mitterrand, cuyos efectos no fueron analizados por casi nadie. Mientras tanto, otro mito ha caído: el de la solidez del Sistema Monetario Europeo (SME), mecanismo de disciplina cambiaria que ha saltado hecho pedazos cuando ha aparecido en el horizonte una crisis monetaria de alcance impredecible.El abandono del SME de la libra esterlina y de la lira y la posterior devaluación de la peseta son los primeros resultados de la aguda crisis cambiaria desarrollada a lo largo de esta semana. La evolución durante el día de ayer de los mercados monetarios, después del reajuste acordado en la larguísima reunión, del comité monetario de la CE en la madrugada del jueves, pone de manifiesto de nuevo la escasa capacidad de las dos primeras monedas para soportar una disciplina equivalente a la de flotación conjunta del SME. Este lamentable abandono es por sí mismo el episodio más relevante en la historia de los 13 años de cooperación monetaria en Europa y rememora, en el peor sentido posible, la historia del acuerdo precursor conocido como serpiente monetaria europea.

La devaluación de la peseta en un 5% sobre su tipo central de 65 pesetas por marco constituye, en este contexto, un mal menor ante el serio riesgo de que la moneda española tuviera que dejar también la disciplina cambiarla del SME. Pero más significativo que los cuestionables efectos que esta devaluación puedan tener sobre nuestra economía es la disposición de las autoridades económicas españolas a mantener el respeto a la disciplina del citado Sistema Monetario Europeo. La magnitud de la devaluación y, sobre todo, el aumento de la incertidumbre relacionada con la ratificación del Tratado de Maastricht son elementos suficientemente importantes como para no poder afirmar por el momento que sea suficiente esa modificación en la paridad central de la peseta. Sin embargo, en un momento como el presente, hay que considerar la decisión del Gobierno español de seguir comprometido con el SME como positiva.

Durante la jornada de ayer, los mercados de divisas toleraron que el tipo de cambio de la peseta frente al marco alemán discurriese en el seno de la nueva banda de fluctuación; en consecuencia, si la incertidumbre no se viera aumentada por elementos nuevos, nuestra moneda podría resistir al menos hasta el próximo lunes (cuando se conozca el resultado del referéndum francés) esos nuevos márgenes de la disciplina. Por consiguiente, más prioritario que analizar ahora la magnitud de la devaluación es el apoyo a la continuidad del SME: en definitiva, el respeto a las reglas del juego y a los compromisos internacionales de que hicieron gala los Gobiernos de los Doce. Como en toda devaluación, tan importante como la modificación del tipo de cambio es el acompañamiento de las medidas complementarias de política económica que esa decisión lleva implícito; es en este sentido en el que hoy es más necesario que nunca que el Gobierno español, además de confirmar su compromiso con las exigencias de estabilidad monetaria y convergencia que el proyecto de unión económica, y monetaria exige, exhiba su decidida voluntad de acometer una política presupuestaria coherente con esos propósitos y, muy especialmente, concrete la aplicación de aquellas reformas de fondo tendentes a garantizar la eliminación de los desequilibrios que atenazan a la economía y la convergencia nominal que exige el Tratado de Maastricht.

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En la medida en que esas divergencias persistan y que sean apreciables por la comunidad financiera internacional, como ha sucedido ahora, la peseta y nuestros mercados seguirán siendo objeto de presiones y turbulencias monetarias y cambiarias. En tal sentido hay que tomar la palabra al ministro de Economía y Hacienda en su intervención de ayer en el Congreso. Solchaga demostró su capacidad para caracterizar la situación, manifestó su escepticismo ante las supuestas ventajas de la devaluación y reiteró los propósitos de rigor y austeridad presupuestarios. Sólo falta la realidad que lo corrobore; el Consejo de Ministros se reúne hoy para acabar los presupuestos. De su contenido depende una buena parte de la solución.

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