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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Tócala otra vez, Joan

Joan Manuel Serrat

Xabier Cepelles (teclados), Enric Canada (percusión), Ángel Blázquez (bajo), Albert Cubero (guitarra), Francesc Rabasa (batería), Manuel Camp (dirección musical). Plaza de toros de Las Ventas. Madrid, 11 de septiembre.

Serrat no provoca delirios, ni sorpresas, ni arrebatos, a primera vista, pero crea las condiciones objetivas para que sus seguidores se enfanguen en el alivio de estallar y derramarse. Viejo zorro entrañable, se las compone de maravilla para que al respetable se le ponga alma de jota y cuerpo de convergencia. Al acabar el concierto, la gente sale con la sensación de haber puesto al día sus viejos ideales, sus deberes solidarios. Finalizado el repaso escolar, los alumnos se han formado ya una idea aproximada de quiénes somos, de dónde venimos, adónde vamos. ¿Que adónde vamos? Pues, mire usted, vamos a la cama, manceba, que estos señores tendrán que descansar.Al fin y al cabo, polvo somos y en polvo nos convertiremos. La ética se entiende en secreto con la erótica.

A lo largo de 27 años, Serrat ha creado un repertorio abarrotado de temas inolvidables. La confección de cada uno de sus espectáculos es el resultado de un convenio entre el pasado pluscuamperfecto y el presente de indicativo. Los artistas propenden al presente. Los públicos, en cambio, se decantan mayoritariamente por el pasado. Tócala otra vez, Joan.

Lo que pasa es que si Joan hiciera caso, los conciertos serían clónicos. Ahora bien, las actuaciones en directo son un termómetro implacable para constatar aciertos y desaciertos. Hay canciones excelentes que fascinan cuando se escuchan en casa pero que no resultan en directo. En Las Ventas, la temperatura fue variable. Hubo momentos sublimes y también transiciones incoloras, intercambiables.

En la brecha

Serrat, como cualquier creador, tiene épocas de transición. Ahora está de nuevo en la brecha. Utopía es un disco sencillamente magnífico, sosegado, fresco, sugerente, tierno, reivindicativo, sincero y divertido. Pero tiene que rodar todavía. Aunque algunos dicen que no superará jamás las cotas de Mediterráneo, otros encuentran en este trabajo un cúmulo de aciertos y sensaciones que sólo puede proporcionar un artista en plena madurez creativa. Canciones como Y el amor, Toca madera, Juan y José, Disculpe el señor o el que da título al álbum, tienen la solera y la serenidad de las obras clásicas.

Serrat, en directo, se las sabe casi todas. La clave está en el guiño, en la cordial conjura con su público. Sabe manifestarse como el hijo que quisieran tener todas las madres y como el vividor simpático y razonablemente golferas que casi todo el mundo quisiera tener como amigo o como amante. Es un sutil sugeridor de picardías, retrechero, socarrón, exquisitamente educado. Es decir, lo que soñaba Juana la Loca para los españoles, para los chinos incluso. Sabe conectar con el gran público porque comparte sus mismos placeres: ama el fútbol, el ciclismo, las risas y la lujuria. Para nadie es un secreto su militancia política. Pero es libre. Y advierte a quien corresponda que algunos mandamases son traidores, "funcionarios del negociado de sueños dentro de un orden y partidarios de capar al cochino para que engorde". A un tipo así se le puede permitir que alguna vez sea didáctico.

Bueno, vamos a la cama. Y si quieres, tócala otra vez, Joan.

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