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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Avidez de victoria

JOSÉ MARÍA Aznar se ha declarado convencido de que va a gobernar, que ello ocurrirá pronto -seguramente tras las próximas elecciones legislativas- y que cuanto antes se convoquen éstas, mejor para todos. Dada su edad, lo primero es más que probable: Aznar gobernará; que ello ocurra pronto no es seguro, pero sí posible: el desgaste de los socialistas es evidente, y la alternativa más lógica a una fórmula de centro-izquierda, como la que actualmente representa González es una de centro-derecha encabezada por el actual presidente del Partido Popular. Que un adelanto de la convocatoria favorezca sus expectativas es mucho más discutible.Aznar y su equipo necesitan tiempo. No sólo para que se manifiesten los efectos del ajuste a que se ha visto abocado el Gobierno, sino para que su alternativa se gane la confianza de al menos una parte de los sectores de las clases medias que han venido votando a Felipe González desde hace una década. Las en cuestas expresan que el trasvase de votos del PSOE hacia el PP es todavía modesto. Ello indica segura mente que existe un sector del electorado moderado que ha perdido la confianza en el PSOE, pero que no confía para nada en la capacidad de Aznar y su equipo para asumir la responsabilidad de gobierno. Es decir, lo mismo que ocurría con los socialistas a fines de los setenta. De hecho, la victoria de éstos en 1982 fue precedida de un periodo en el que primó la preocupación por acreditar un talante responsable, con presentación de alternativas realistas e incluso de ofertas de colaboración al Gobierno en plaza. Fueron esos meses los que proporcionaron a Felipe González la credibilidad que todavía hoy mantiene al PSOE en el poder.

Para convencer a los electores de que les conviene cambiar de voto, Aznar cuenta ahora con la ventaja de que la mala situación económica da credibilidad a sus críticas sobre lo que considera despilfarro de la Administración socialista, uno de cuyos efectos sería la combinación entre elevados impuestos y malos servicios. El paso siguiente sería demostrar que el PP es capaz de gestionar más eficazmente los caudales públicos. Sin embargo, no puede recurrir para ello al efecto demostración: en los ayuntamientos y comunidades autónomas que controla, la tendencia es más bien la contraria. Lo mismo ocurre con otros aspectos del mensaje lanzado el pasado lunes por Aznar ante los cuadros de su partido: la firmeza antiterrorista que reclamó resultaría más creíble si se hubiera manifestado en relación a la cesión de sus socios del Gobierno navarro en el asunto de la autovía. La voluntad de combatir la corrupción resultaría más convincente si se hubiera puesto de relieve en decisiones como la de obligar a renunciar a su escaño al ex tesorero Ángel Sanchis, recaudador de fondos con métodos no más refinados que los de Filesa.

El acento puesto en las recetas económicas es coherente con las preocupaciones de los ciudadanos. Lo que el lunes adelantó Aznar cabe considerarlo una aproximación pendiente de desarrollo: a estas alturas nadie cuestiona la prioridad de la estabilidad de precios o la necesidad de hacer más competitiva la economía como precondición para mejorar el bienestar. Además, la internacionalización de la economía deja un margen bastante reducido de opciones, por lo que la originalidad es difícil: en aquello que tiene más incidencia no hay diferencias con las fórmulas propuestas por el Gobierno. Afirmar que la captación de capitales mediante estrategias monetarias no es una verdadera política económica y creer que sí lo es la privatización de empresas estatales suena algo ingenuo. Y hablar de reducción del déficit sin señalar qué capítulos de gasto se recortarían (aparte de la consabida mención al exceso de personal de la Administración) o cómo disminuir los impuestos en momentos en que la sociedad civil reclama más y mejores servicios son sólo buenas intenciones que otros dirigentes conservadores dejaron en el baúl de los recuerdos cuando llegaron al poder. Es verdad que el PP puede ganar. Ahora o dentro de cuatro años. En cuanto convenza a los dubitativos de que no sólo sabe subrayar la gravedad de los problemas detectados por otros, sino adelantarse a identificarlos y a proponer alternativas practicables para resolverlos.

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