De pura raza
En una carta que Bigas Luna envió en 1983 a Pepón Coromina, su malogrado productor, el cineasta confesaba haber visto El discreto encanto de la burguesía. Le contaba un sueño incluido en la película: el protagonista iba por una calle y, en un momento determinado, se encontraba un jamón y se ponía a comérselo con los de dos. A continuación despertaba, sin entender nada, y se iba a la cocina, abría la nevera y se encontraba... un trozo de jamón, que volvía a comer sin entender nada. Concluía Bigas: "Me pareció una secuencia maravillosa, aunque no tengo la misma teoría que el maestro, que cree que lo basamos todo en nuestros sueños. Para mí todo pasó en los nueve meses que estuvimos dentro de la burbuja flotante".Se diría que, casi diez años después, Bigas ha escrito otra versión de esa misma carta: las peripecias de seis personajes que se mueven por el mundo con los estigmas derivados sobre todo del hecho de haber pasado los nueve meses en según qué burbuja. Y también un homenaje: desde la puesta en escena hasta el más cuidado detalle de planificacióntodo expresa la admiración inteligente y creativa por la inspiración transgresora del cineasta de Calanda.
Jamón, jamón
Dirección: Bigas Luna. Guión: Bigas Lunas y Cuca Canals, con supervisión de Quim Monzó. Fotografía: José Luis Alcalne. Música: Nicola Piovani. Producción: Andrés Vicente Gómez para Lolafilms y Ovideo, España, 1992. Intérpretes: Stefania Sandrelli, Penélope Cruz, Anna Galiena, Jordi Molla, Juan Diego, Javier Bardem. Estreno en Madrid: Gran Vía, Luchana, La Vaguada, Ideal.
La película es la venturosa confirmación de que Las edades de Lulú es sólo un tropezón en la carrera de uno de los directores más ejemplarmente dotados que haya dado el cine catalán: es, además, un gozoso ejercicio de ironía, de distanciamiento crítico. Y de clarividencia: al rodar un melodrama formalmente tan clásico que ya no lo puede ser más, Bigas Luna pasa revista, como en un documental, a algunas de las contradicciones actuales de ese viejo país de países que es España. Un país de diseño y lujosa lencería íntima, de discotecas y éxtasis; pero también tierra de exaltados, árida y polvorienta, que huele a tortilla de patatas, a jamón, a ajo. Y a sexo.
Discurso entre extremos
Jamón, jamón es desde su primer plano, que bien podríamos llamar génito-general, un discurso entre extremos, como extremos son sus ingredientes: ricos y pobres, padres e hijos, espacios abiertos y universos cerrados, campo y ciudad, planificación en detalle y en plano general. Entre esos ingredientes se mueve un melodrama retozón, narrado con el distanciamiento cariñoso que da una ironía bien entendida: la hija de una camarera de un arrastrado puticlub de carretera, turbadora y hermosa, queda embarazada del hijo calzonazos de un fabricante de calzoncillos. Su madre, castradora y atractiva (Stefania Sandrelli, la protagonista deseada, y no obtenida, por Luis Buñuel para Tristana), contrata, seduce (y sucumbe) a un macarrilla, torero aficionado y noctámbulo, que trabaja en la fábrica Hernán Cortés y Hermanos, Chorizos y Jamones Los Conquistadores, un merecido homenaje al Quinto Centenario. Al macarra le espera una dura tarea: enredar a la embarazada y alejarla del universo feliz de la familia acomodada. Pero todo se tuerce. Estas son las cartas que Bigas Lunajuega admirablemente. El guión, no siempre a la altura de la capacidad visual del director, del mimo con que compone el encuadre, tiene sin embargo la virtud de ordenar in crescendo ese cúmulo imposible de ingredientes y de hacerlo avanzar al menos hasta que cuando su interés parece decaer se produzca justamente lo contrario: una desopilante catarsis, primorosamente concluida con uno de los planos finales más sugestivos del cine español contemporáneo.Su riesgo es evidente: como en una pelícua de Valeria Sarmiento, Mi boda contigo -ejemplar adaptación de Corín Tellado-, alguien puede tomar el rábado por las hojas y creerse al pie de la letra lo que el esqueleto formal propone. Es, con todo, un riesgo menor, sólo al alcance de amantes de culebrones: el tono irónico de la peripecia se eleva muy por encima del corsé genérico. Como antes con el cine fantástico y antes aún con el erótico, Bigas compone su película de género. Y es redonda, calculadamente cutre, estimulante. El producto de un cineasta de pura raza.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.