El círculo mágico
Como si el destino hubiese trazado un círculo mágico, los responsables políticos de Euskadi y Navarra, indiferentes y aun inmunes a cuanto ocurre fuera de él, reponen libreto y decorados con pasmosa facilidad. Los mismos acontecimientos y las mismas respuestas se repiten a lo largo de los años. Y eso que en los dos últimos hemos asistido, en vivo y en directo, al desmoronamiento de un imperio y al hundimiento de una ideología que ha impregnado a todas las izquierdas del mundo durante más de un siglo.No me cabe duda de que son el terrorismo etarra y sus fieles devotos los causantes principales de que el drama se reponga cíclicamente, con puntualidad de calendario, en las ocasiones festivas de las capitales vascas. Da la impresión de que la existencia y la acción del terrorismo ejercen una atracción tan fatal, contaminadora y condicionante de la vida política y social que sustraerse a su diabólico embrujo se convierte en una tarea titánica.
Si alguien se tomara la molestia de releer la prensa, la de hace un año por ejemplo, comprobaría que, mientras en el mundo la vida política ha girado a una velocidad de vértigo (eran los días del fracasado golpe de Estado en la todavía URSS), la política vasca se ha movido a paso de tortuga.
Un año después, con actores y escenario distintos, en este caso con el Gobierno y Parlamento navarros como protagonistas, el drama de la autovía se repone de nuevo. No sin cierta intriga final, el Parlamento foral ha aprobado finalmente la introducción de algunas modificaciones en el proyecto oficial. Es difícil de entender esta nueva cesión de las fuerzas políticas navarras, en particular y por su importancia la del Gobierno de Unión del Pueblo Navarro (UPN), que pondrá en dificultades las tesis del PP, al que se encuentra ligado.
Hace un año, el señor Arzalluz tachaba de inmovilistas a quienes no seguían los pasos de su partido, el PNV, en la solución al problema de la autovía en Guipúzcoa. También afirmaba que ese movimiento llevaría la división al seno de las gentes de HB y se mostraba poco partidario de propiciar su arrinconamiento político.
Como por aquí el tiempo parece no transcurrir, se repite el paso por el mismo punto del círculo político. Los comunicados de ETA siguen diciendo lo mismo que hace más de una década y no se aprecian cambios significativos en HB, cuyos portavoces siguen afirmando que la lucha armada "será necesaria mientras no se consigan la independencia y el socialismo". Ya me gustaría a mí saber a qué se refieren cuando hablan de socialismo, pero ése es otro asunto.
Tengo para mí que hay tanto interés en acabar con la lacra terrorista -Interés que es muy difícil no compartir- como en repartirse la piel del oso electoral antes de cazarlo. Así se explican los movimientos de quienes ya se están preparando para el día de después y la velocidad con la que se está abandonando la política de aislamiento del mundo terrorista. Una política que se ha demostrado extraordinariamente eficaz, como reconocen en sus documentos internos los propios dirigentes de ETA.
A cambio se ha emprendido un camino errático en el que, por una parte, se amenaza con romper el Pacto de Ajuria Enea y, por otra, se inician unas conversaciones con FIB tan vacías de contenido como condenadas al fracaso. Porque en las actuales circunstancias, como se ha demostrado en las habidas entre PNV y HB, sólo al la nada podían conducir esas conversaciones. Es posible, pero no seguro, que ese fracaso haga recapacitar a los siguientes interlocutores en lista de espera.
En el asunto de la autovía y en el de las conversaciones hay un elemento común: la posición determinante del mundo de ETA -actúen de médium ya HB, ya Lurraldea- y la exigencia de un peaje. El peaje consiste en que, de la forma que sea, se les reconozca como interlocutores de una negociación pública; que quede patente la validez y utilidad de la existencia de ETA. Como consecuencia, la ciudadanía, y en particular los votantes de HB, convendrán en que el terrorismo, por más que sea brutal o precisamente por eso mismo, resulta rentable y necesario para imponer sus pretensiones políticas. El mensaje, en modo alguno subliminal, es que nada puede hacerse sin contar con ETA, por lo que conviene apoyar electoralmente a HB, que rentabiliza la fuerza amedrentadora de aquélla.
Si no, ¿cómo explicar que la pretensión fundamental en las conversaciones de HB con el PNV fuera que el Estado negocie con ETA? ¿Cómo hacerlo con la veloz evolución de los de Lurraldea, primero coordinadora antiautovía, luego contra la autovía por Leizarán y ahora partidarios de un cambio menor en el tramo navarro de la autovía que, conviene recordarlo, es autovía y pasa por Leizarán?
Sciascia, al hablar de la Mafia italiana, decía que "cuando mata es que va bastante mal". El asesinado juez Falcone compartía esa idea (pero no por ello dejaba de tomar extraordinarias medidas de seguridad) y aún añadía que si la Mafia recurría al asesinato de figuras políticas era por debilidad o por problemas internos. No es ésta una reflexión útil para analizar el terrorismo etarra o el complejo comercial-militar y político que suponen ETA-KAS y HB. ETA mata y aterroriza porque es la principal y casi única manera de demostrar su fuerza y condicionar la imposición de sus pretensiones. El chantaje, la extorsión y el secuestro, en los que también coincide con la Mafia, sirven para mantener el engranaje y mejorar la tecnología asesina. Por eso, como han escrito en su último comunicado, seguirán matando en cuanto puedan, como han hecho con el reciente asesinato de dos guardias civiles, dos más que añadir a tan extensa como abominable nómina.
La repulsa social, la eficacia de las policías estatal y autonómica y la cooperación internacional hacen más difícil la actuación terrorista y han reducido notablemente su margen de maniobra. No hay mucha gente dispuesta a darles cobijo. Los escritos de Urrusolo, que demuestran también un debate interno, y las últimas detenciones de un comando en Pamplona ilustran bien ese rechazo. Por lo que contó la prensa supimos que la policía había descubierto su presencia en Navarra por la denuncia judicial que abogados de las gestoras pro amnistía interpusieron. Interpretaron como una provocación policial los intentos de captación de colaboradores realizados por el comando.
Es también posible que dentro de HB haya gentes cada vez más hartas de tanta brutalidad inútil. Yo no estoy tan seguro de que, hoy por hoy, sea así. No observo cambios en los dirigentes de HB. Por eso me parece que poco o nada se puede negociar con sus portavoces mientras acepten, de grado o por fuerza, el yugo al que ETA les tiene sometidos. Situados en los márgenes del sistema democrático, su dependencia de ETA les impide adoptar sus decisiones autónoma y civilmente por dos motivos: porque no pueden y porque tampoco quieren.
En el mejor de los casos, porque no pueden, sometidos como están a la amenazante tutela de la autoridad militar, y de ahí la exclusión de quienes se atreven a defender el abandono de la lucha armada.
Pero tampoco quieren, porque su fuerza no son sólo sus votos. En su visión, esos votos tienen mayor peso como consecuencia de la otra fuerza, la bruta, la que definen como militar. Y como están imbuidos de esa mentalidad autoritaria que espera imponerse por la fuerza, desprecian el sistema democrático y aceptan silentes cualquier fechoría (chantaje, extorsión, asesinato o matanza) como una demostración de su poder.
En consecuencia, todas las actuaciones de HB están en función de su guerra, y como están convencidos de que su opción es la única verdadera y admisible, pretenden imponerla a los demás, que por no compartir ni sus acciones ni sus omisiones nos vemos convertidos en sus enemigos. El riesgo que no quieren o no se atreven a asumir es el de que sus opiniones valgan por sí mismas, por ser más certeras o más oportunas que las de otras fuerzas políticas, sin el elemento añadido de la fuerza bruta que las ampara. De hacerlo, bien pudiera ser que sus opiniones fueran menos certeras, más inoportunas o, simplemente, que carecieran de interés.
Pese a todo, hay motivos para el optimismo. El rechazo social y la eficacia policial avanzan. Queda, en mi opinión, el que las fuerzas políticas vascas sean capaces de enderezar un rumbo firme de aislamiento político y social del terrorismo. Así se convencerán con más rapidez los terroristas -que seguramente tienen un mayor sentido de la realidad que algunos de los dirigentes de HB que les animan a no desfallecer- de que ha llega do el momento de abandonar las armas, de defender sus ideas políticas democráticamente y de dialogar sobre su reinserción en una sociedad civil y democrática que, en tal caso, habrá de mostrarse generosa.
Cuando ese día llegue, la política vasca podrá escapar con más facilidad del círculo mágico en que se ve constreñida.
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