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Entrevista:

"Tengo una envidia sana a Cataluña"

José Antonio Ardanza fue elegido lehendakari. hace siete años, y hubo entonces la impresión de que su partido -el PNV- lo había propuesto candidato por tratarse de un hombre leal, manejable, menos brillante que su antecesor y, además, gris. Sin embargo, se trataba en realidad de un hombre de firme carácter y vasta cultura que cuenta con amplia experiencia social, laboral y económica -adquirida en las cooperativas de Mondragón- y también política, pues además de su militancia de base en el partido, fue alcalde de Mondragón y diputado general de Guipúzcoa. En el transcurso de la'conversa: ción el lehendakari manifestó sus opiniones con vehemencia y dejó traslucir una personalidad fuerte, nada gris, bien distinta a la que divulgan sus críticos.Pregunta. ¿Cuál es el estado de ánimo del lehendakari?

Respuesta. De preocupación porque hay problemas que no acaban de resolverse. Pero con .serenidad, porque las cosas no están mucho peor que cuando empecé a ejercer de lehendakari.

P. Los recientes Juegos Olímpicos han supuesto una reafirm.ación de la catalanidad. ¿Está usted celoso?

R. No. Sin embargo tengo una envidia sana, por muchas razones. Cataluña es un país sociológicamente más compacto que Euskadi. No hay tanta atomización ni dispersión política; el presidente Pujol dispone de una cómoda mayoría absoluta para gobernar. Pero tengo también envidia sana de lo que han supuesto para Barcelona y Cataluña en general las Olimpiadas: desde luego en el aspecto material, y también porque los Juegos han servido para informar al mundo de la existencia de un hecho diferencial: que el Estado español no es un todo uniforme, que dentro de este Estado conviven distintas culturas, idiomas y sensibilidades.

P. Una información que, por cierto, produjo estupor entre algunos españoles.

R. Eso es lo que me sorprende. ¿Es que el nacionalismo español es tan cerrado que no se da cuenta de lo que tiene dentro de sus propias fronteras?

P. Quizá ustedes, vascos y catalanes, estén molestos porque sus comunidades, con hondas raíces históricas, tienen igual trato que las otras 15 del Estado español.

R. No nos sentimos molestos por eso sino por las excusas de la Administración central, que nos dice: "Si a ustedes les damos esto, los demás van a..." No, mire usted: primero, a mí no me va a dar nada; segundo, usted no me va a decir cómo tengo que hacer las cosas. Además poseo, en mi calidad de vasco, unas singularidades, voluntad clara de ser nación y me avala la historia. De manera que respéteme. P. Ustedes hablan de autoafirmación y autodeterminación, pero ¿cuáles son los límites?

R. No hay límites. Los irá poniendo, en cada momento, la voluntad democrática. Los límites cambian en el transcurso de la historia. A mí, como nacionalista, me preguntan muchas veces dónde termina mi pretensión. Y respondo que no termina en ninguna parte. Formo parte de una colectividad humana, que somos los vascos ' y tenemos conciencia de identidad nacional; queremos ser due¡íos de nuestro destino y gobernar nuestra propia. casa vasca.

P. ¿Es aspiración de ustedes desgajarse del Estado español?

R. Ese es un planteamiento no correcto. No pretendemos desgajarnos de nada. Nosotros no pretendemos coger Euskadi, ponerlo en un pontón y llevarlo a mitad del Atlántico. Seguiremos estando donde estamos. Distintas son las formulaciones jurídico-administrativo-políticas, que pueden variar. El concepto Estado es relativamente moderno y hoy está en crisis. Una de las confusiones permanentes que hay en España es mezclar los conceptos Estado y nación, que son distintos. Cuando un vasco dice "yo soy nación", el español. no puede entender que lo sea sin aceptar que es también Estado.

P. Después de las grandes inversiones de 1992, ¿no ha hecho ya gestiones, para que ahora le llegue el turno a Euskadi?

R. Muchísimas. El año 1988 presenté al Parlamento vasco el programa Euskadi en la Europa del 93; fijese si fuimos previsores. Se había firmado el Acta única y teníamos claro que, en la Europa del futuro, ganaría el más competitivo. Entendíamos que la Administración había de generar las necesanas infraestructuras, así que montamos nuestro plan, en el que había competencias nuestras y otras dependientes del Estado. El año 1989 planteamos a la Administración central cuáles eran nuestras necesidades. Y dijimos que al margen de lo que hicieran con sus Sevillas y sus Barcelonas sus Sevillas y sus Barcelonas (lo cual nos parecía una política de fastos, y no lo ocultamos), tenían también obligaciones respecto a Euskadi. Llegamos a un acuerdo y se establecieron los compromisos. Pero pasaban los años y esos compromisos no se activaban. En cierto momento la Administración nos comunicó que, metida en los gastos de Sevilla y Barcelona, carecía de recursos. Y prometió que, terminados los eventos del 92, en el 93 cumpliría sus compromisos. Luego llega el 92 y nos dice Madrid: lo sentimos, pero no hay dinero. ¿Cómo se puede decir no hay dinero sin incurrir en responsabilidad? ¿Qué previsiones presupuestarias hicieron cuando adoptaron aquellas decisiones? ¿No se daban cuenta de que España no tiene capacidad para hacer frente a eventos de tanta envergadura?

P. ¿Qué piensa hacer el Gobierno vasco ante esta situación?

R. Todo se hará en virtud de nuestro propio esfuerzo. Aquí no va a venir un plan Marshall de Bruselas o de Madrid. Ahora bien, exigimos que la Administración actúe en las cuestiones de su competencia. Porque, si no lo hace, habremos de preguntar para qué necesitamos el Estado. La Administración debería analizar el calado futuro que puede tener su comportamiento.

P. Respecto a las recientes conversaciones Partido Nacionalista Vasco-Herri Batasuna, parece que sigue el desacuerdo.

R. Conviene recordar que no fueron a iniciativa del PNV, sino de HB, y PNV ya anunció, desde un principio, su pesimismo acerca del resultado. No obstante, también es cierto que mientras duraron las conversaciones -junio y julio-, no hubo atentados. No voy a especular por qué, pero afirmo: HB sabía que como hubiera un atentado, terminaban las conversaciones.

P. Tampoco hubo atentados durante los JJ OO. ¿Pudo haber pacto con ETA a estos efectos?

R. No haré comentarios. Simplemente le daré unos datos. El 10 de julio ETA ofrece una tregua condicionada, que no se acepta, aunque se le dice: si desde esta fecha (con los Juegos en puertas) hasta el 31 de agosto no hay atentados, podremos interpretar que da muestras de su voluntad de renunciar a la lucha armada El día 14 después de la Salve de San Sebastián los periodistas me preguntan si estamos en una tregua tácita. Les respondo que no hago comentarios, y añado: tanto HB, como KAS como ETA, conocen los términos en que están emplazados y, por tanto, tienen la respuesta. ¿Qué les estoy diciendo, con esto, a ETA y compañía? Que les quedan 15 días para el final del emplazamiento.

P. Pero al día siguiente se produjo el atentado de Òiartzun.

R. Tal vez alguien en ETA quiso quebrar el emplazamiento cuando quedaban 14 días y llevaban ya 70 de inactividad. Luego que no nos imputen a los demócratas falta de voluntad al diálogo. El acuerdo de Ajuria Enea sigue vigente. Y tiene doble estrategia frente a la violencia: la eficacia policial y la disposición al diálogo para resolver el contencioso. ETA no es la banda Baader Mainhof. ETA tiene un soporte sociológico importante: el tercer partido de Euskadi es Herri Batasuna. Y un conflicto así no se resuelve con una victoria policial. Si queremos que no deje secuelas para el futuro y ese 17% de seguidores se integre en la construcción civil de este país, el cierre tiene que ser dialogado. El punto 10 de Ajuria Enea expresa que en cuanto ETA manifieste su voluntad inequívoca de no utilizar la lucha armada, nos comprometemos los demócratas a abrir un proceso de diálogo que termine con el problema.

P. De todos modos, el final podría no ser tan fácil. El vicepresidente del Consejo General del Poder Judicial ha advertido que el Gobierno p9dría incurrir en prevaricación si concede tregua a una banda cuyos miembros han de ser detenidos y juzgados.

R. Lo entiendo, lo entiendo,. y ETA debería comprender también que las soluciones pueden ser complejas. Ahora bien, 1977 era igual de complejo -o más y aquel año no quedó ningún miembro de ETA en las cárceles. El año 1981 se llega al acuerdo con los polimilis y también se resolvió el conflicto. Por tanto entiendo que si se produjera una definitiva renuncia a las armas, habría que cerrar el proceso, con lo que ya hemos usado más de una vez: la generosidad.

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