Botes contra la presidencia
Las protestas que encendieron los graderíos durante el primer tercio del quinto toro, por la tibia cojera con que salió el animal y, que pronto se corrigió, fueron in crescendo hasta el punto de que algunos botes volaron hacia el palco del usía, Crescencio de Vicente, e incluso uno alcanzó a una señora situada con estrategia tras la autoridad, lo que no le evitó el botazo. Y la autoridad, ante el encrespamiento general y el feo cariz que tomaba el asunto con amenaza de serio conflicto de orden público, se envainó su acertada opinión y desenfundó el pañuelo verde.Se comprende la decisión del usía, a la sazón Teniente de Alcalde del pueblo, porque el resto de los botes, centenares, habían caído al cenizoso ruedo alcalaíno junto a decenas de objetos de los más variados e inimaginables. Un señor de buen porte saltó por el tendido cuatro al callejón con no se sabe qué intenciones, otros se rompían los nudillos golpeando con fiereza las chapas separatorias de los tendidos, y todo ello con el ruido de los variadísimos epítetos soltados con gran inquina. Vamos, un espectáculo entre dantesco y revistero, que no venía en el programa y que amenizó el calentísimo embudo de granito y pasión en que quedó convertido el coso.
Vázquez / Morenito, Mendes, Niño de la Taurina
Toros de José Vázquez, el 5º, sobrero (en sustitución de uno del mismo hierro devuelto ante las protestas del público); bien presentados excepto 6º, terciado; mansos, excepto 3º, y nobles. 6º, inválido. Todos de pitones sospechosos.Morenito de Maracay: silencio en los dos. Víctor Mendes: ovación en los dos. Niño de la Taurina: oreja; silencio. Plaza de Alealá de Henares, 26 de agosto. 1ª de la feria. Tres cuartos de entrada
Cinco varas
A todo esto, el bicho se entretuvo en tomar cinco largas varas sin acamarse en ningún momento. Y como no hubo forma de devolverlo a chiqueros, bien es cierto que mayoral y cabestros no aparecieron jamás, Mendes lo mató a estoque. Fue lo más noticiable de un festejo de matadores-banderilleros, que se acabó en cada toro al llegar las respectivas faenas de flámula, con la gloriosa excepción del tercero, en lo que colaboró el escaso juego y sosería de los bichos.Mendes lidió con técnica y sabiduría al del escándalo y al segundo, también protestado injustamente, pero con menor estruendo. Morenito de Maracay echó mano de los recursos pueblerinos y efectos pinguís, que, sorpresivamente, no calaron. Y Niño de la Taurina pudo al manejable tercero a base de templanza y ligazón alboreadas con arte, mientras cumplió con el sexto, inválido de verdad, que el encendido público se tragó sin rechistar. Es lógico. Debían estar agotadísimos ya.
Babelia
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