El tiempo circlular
En 1932, Miguel Mihura escribió su comedia Tres sombreros de copa; no se atrevió a estrenarla porque le pareció prematura, o más bien porque el público no estaba aún maduro para esta clase de audacias. No es la primera vez que escribo estas líneas; la primera fue hace 40 años. En este mismo teatro, este mismo director, Gustavo Pérez Fluig, descubrió la obra escondida durante 20 años y se atrevió a estrenarla: por una sola vez, como se solía hacer el teatro que no era claramente espantoso. La última reposición, hace poco, fue la excelente del querido José Luis Alonso en el María Guerrero. Si Pérez Puig repone la obra, no veo por qué no puedo yo reponer mi crítica, que está publicada,junto con otras (una del admirable Luis Calvo, también perdido) en un tomo de la colección de Teatro Español (Aguilar, Madrid, 1954). Algo de escalofrío me daba, al salir del teatro, pensar que Gustavo y yo estábamos entonces en la decena de nuestros 20 (yo avanzado); que estamos en la de los 60 y él sigue haciendo la misma obra y yo la misma crítica. También había espectadores de entonces... Uno de ellos, especial: Juanjo Menéndez -también de la década-, que hizo en aquella fecha histórica (para el teatro) el papel masculino de una manera extraordinaria: "Un joven actor, Juan José Menéndez, dio vida al personaje principal con verdadero sentido profesional, de buen profesional del teatro, y durante todo el tiempo estuvo en situación". Le echaba de menos en el escenario, y quizá eso oscureció a mi vista al nuevo Dionisio, Luis Merlo, por odioso que resulte compararles. También por esta óptica personal: creo que una obra con 60 años a la espalda debe ser interpretada de una manera especial, como se hacía el teatro por entonces; por eso cuando aparecen en este escenario actores del teatro anterior, como FernandoDelgado, Félix Navarro o Luis Prendes, la obra sube inmediatamente. Debe de ser una injusticia mía porque la verdad es que una actriz joven como Yolanda Arestegui brilla, es tierna y burlona, y tristísima y alegre.Cuando se estrenó la obra en 1952 ya el humor de Mihura, y su extensión con Tono, estaba admitido. Peor; vulgarizado. Era un humor cotidiano, imitado; la obra que en Mihura y en 1932 era poética, fantasía, humor nuevo y raro, se ha convertido después en absurdo y deformación grotesca. Sigo reponiéndome, y citándome; venía a decir que entre Mihura y sus imitadores había la diferencia de que Mihura tenía talento, y una vena humana de ternura y de inspiración. Vale.
Tres sombreros de copa
De Miguel Mihura (1932). Intérpretes: Luis Merlo, Yolanda Arestegui, Luis Prendes, Félix Navarro, Paloma Paso Jardiel, Nicolás Romero, Pedro García, Elvira Quintillá y Fernando Delgado. Escenografia: Gil Parrondo. Arreglos musicales: Gregorio García Segura. Figurines: Josette Nahinias. Dirección: Gustavo Pérez Puig. Teatro Español. Madrid, 19 de septiembre.
¿Qué pasa, vista hoy? Desde mi punto de vista, lo mismo. Aquel humor que fue difícil es patrimonio español, de este raro país que habla siempre con guasa y una veta de absurdo, y lo mezcla en todas las conversaciones; tiendo a creer que N/fihura y Tono, y Neville, y López Rubio, y Mingote, y Herreros y -todos ellos, incluso Álvaro de Laiglesia, han tenido gran parte en ello. Cae ahora otra vez laobra, como cuando la repuso José Luis Alonso; en un medio preparado, en un público hecho a ella y a su estilo y sus frases, que dieron la vuelta al viejo chiste y son capaces de reconocer con emoción el original. Esto es, muy bien. Aun descontando la parte de supervivientes que tenía el público, y de la de homena . e a quien descubrió la obra escondida, y al inolvidable Miguel Mihura, parece que las coronas de aplausos y de risas estaban tejidas con actualidad. Por el valor que sigue teniendo la obra 60 años después de escrita. Es maravinoso para la escritura; quizá lo sea menos por la idea de tiempo circular que nos asusta, de que no haya sido mil veces desbordada. Que la primera obra que escribió Mihura sea la mejor de las suyas (la sociedad le limitó), que una parte de la burguesía siga siendo tan criticable como en esta obra, que la sensación de libertad perdida siga valiendo...
En cuanto a Pérez Puig, dije entonces: "Facilmente se comprende que una representación generalmente buena sólo se consigue con una excelente dirección de escena, como lo fue la de Gustavo Pérez Puig". No me arrepiento.
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