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Bush ataca sin piedad al demócrata Clinton en la convención republicana

Antonio Caño

Apoyado en el viejo encanto republicano de los años ochenta, George Bush se quitó los guantes en el Astroarena de Houston y se enzarzó en una pelea cuerpo a cuerpo con sus contrincantes demócratas, en un intento desesperado por acabar con su imagen de perdedor. Bush dejó de ser el educado y moderado presidente que ha gobernado este país durante cuatro años para atacar sin piedad a su rival y garantizar que ganará las elecciones del 3 de noviembre.

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"Durante nueve meses, el otro lado ha mantenido un diálogo unilateral con el pueblo norteamericano. Eso se ha acabado. Ahora ha llegado nuestro turno", declaró el presidente para advertir que da por iniciada en este momento la verdadera campaña electoral.En un margen de. apenas un par de horas se cruzaron ayer en el monumental espacio del Astrodome dos hombres que han estado al frente de los destinos de EE UU durante 12 años: Ronald Reagan y George Bush, dos personajes muy diferentes, dos estilos opuestos.

Bush quiso ser Reagan por un rato. Quiso ser espontáneo y popular, agresivo y claro. Llegó por la tarde a uno de los edificios del Astrodome e improvisó unas cuantas frases electorales en las que llamó a los parlamentarios demócratas "esos tipos locos" a los que culpó de todos los males que sufre este país, y amenazó con hacer como el presidente Harry Truman y gobernar sin consultar al Congreso.

Bush ridiculizó a la oposición y advirtió que Bill Clinton, el candidato demócrata, se está precipitando en sus ambiciones presidenciales. "Un día de estos le voy a encontrar tomando las medidas de las cortinas en el Despacho Oval [la oficina presidencial de la Casa Blanca]". Bush acusó a su rival de querer minar la defensa nacional y de proponer el aumento de impuestos más importante de la historia de EE UU. Asoció también a Clinton a los jefes de fila demócratas en el Congreso, a quienes calificó de "sultanes del statu quo".

El presidente gesticuló, sonrió, se enfureció y modulé la voz como Reagan, pero no era Reagan. Éste llegó un poco después a la tribuna principal de la convención republicana para refrescar la memoria de los asistentes sobre lo que era un candidato ganador. Hizo un recuerdo de lo acontecimientos a los que había asistido durante su vida política y pidió el respaldo para el candidato de su partido. "He venido aquí esta noche para decirles que, calurosamente, auténticamente, de todo corazón, apoyo la reelección de George Bush como presidente de EE UU", dijo para desvanecer todas las sospechas sobre su desconfianza en el hombre al que tuvo como vicepresidente desde 1980 hasta 1988.

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Un fuerte descontento entre algunos delegados por la aprobación de una plataforma antiabortista fue acallado por la dirección del partido, que llamó a cerrar filas en torno a su candidato. Hasta Patrick Buchanan, que se burló del vicepresidente Dan Quayle y llamaba a Bush "el rey George" durante la campaña de las primarias, anunció el lunes su respaldo al presidente.

Todos los que hablaron en esta primera jornada resaltaron los éxitos de Bush en política exterior y advirtieron que la elección de Clinton sería un retorno a "los desastrosos años sesenta y setenta".

En contraposición, la convención republicana trató de dejar claro que los ochenta fueron buenos años para EE UU -"se crearon tres millones de nuevos negocios y 20 millones de puestos de trabajo", dijo Buchanan- y se esforzó en presentar todavía a Bush como el continuador de la obra comenzada por Reagan.

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